Modelos. Los seguimos en forma de planos o maquetas a la hora de montar o construir un aparato: facilita el proceso y ahorra tiempo. Son las ventajas de aprovechar experiencias anteriores. Desde tiempos inmemoriales, se empleó este procedimiento para todo tipo de construcciones, incluida la de la personalidad.
Niños y adolescentes solían conocer a través de libros y tradiciones, vidas y hechos de muchachos como ellos, cuyo comportamiento, por ser en algún aspecto ejemplar, tomaban como modelo y acicate para su modo de ser y obrar.
El paso del tiempo ha cambiado, no sólo la forma de presentar los modelos, ha cambiado los modelos y los comportamientos que han puesto en circulación. Para ellos y por ellos, han cambiado las motivaciones y tras ellas la importancia concedida a los valores, trastocando su orden en la escala correspondiente. Ahora, lo importante no es “ser”,- auténticos, veraces, trabajadores – : lo que importante,- lo se ha aupado por la puerta de atrás en el puesto más alto e importante de la tribuna de la popularidad -, es el “tener”, dinero, fama, amigos pudientes… En definitiva, medios para brillar.
También, decíamos, ha cambiado la forma de exponerlos y presentarlos: la tele, junto a los demás medios de comunicación, se han constituido en “libros de texto” en los que muchas personas de distintas edades encuentran, y tratan de copiar, el modelo que más se aproxima a sus deseos o ambiciones. Así, mentiras, pelotazos o engaños de todo tipo, expuestos sin ningún reparo, se envidian y toman como modelos a seguir, ante las bocas mudas de una mayoría consentidora que prefiere “mirar para otro lado”.
Por solidaridad con mucha gente joven que no acierta a discernir, ante tanto despropósito propuesto como modelo, es preciso reaccionar y comenzar a llamar “Al pan, pan y al vino, vino”.
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