A Adolfo Suárez le ofrecieron la «guerra sucia»

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Con el paso del tiempo la figura de Adolfo Suárez no hace mas que agigantarse, en contraste con las componendas políticas del actual gobierno con los independestistas y la ultraizquierda. Los gobiernos de Suárez sufrieron, como nunca ha ocurrido, los hachazos del terrorismo de la ultraizquierda  independentista etarra, pero para  él no había una delgada línea roja, sino un trazo muy fuerte, un «prohibido el paso» entre la misión de «defender la integridad y la soberanía territorial» y el tomarse la justicia por su mano, la vengativa ley del talión, ojo por ojo, terrorismo contra terrorismo.

Nunca admitió la «guerra sucia», aunque llamó a su puerta muchas veces.  Adolfo siempre contestaba «el que a hierro mata, a hierro muere», «mientras yo sea presidente del Gobierno, eso no se hará, no lo toleraré», y también «la guerra sucia, nosotros ni sabemos hacerla ni debemos hacerla…, no entra en nuestros principios». En cierta ocasión el comisario Manuel Ballesteros lo expuso sin rodeos a los ministros Martín Villa y Otero Novas, para que lo elevasen a Suárez:  hablé de nuestro problema de ETA con unos oficiales del Mossad. Me preguntaron: «¿Saben ustedes dónde se esconden, dónde están los de ETA?» «Sí, en Hendaya, en Bayona, en San Juan de Luz, en pequeños pueblos del sur de Francia.» «¿En Francia, su país vecino? ¿Y la policía francesa, no coopera con ustedes…? Pues, entonces es bien fácil: localizarlos, pasar la frontera, liquidarlos y regresar a España.»

Guerra sucia, terrorismo de Estado, contraterrorismo o como quisieran llamarlo para acabar con ETA. La idea era trasladar el miedo al santuario francés de ETA. Y tanto Martín Villa como Suárez respondieron tajantemente que no: «Nosotros sólo podemos actuar dentro de las normas de un Estado de derecho.»

En pleno sobresalto por el estallido de paquetes bomba, en el verano de 1979, el presidente honorífico del PSOE Ramón Rubial dijo algo atroz, aunque no pocos lo pensaban. «Sólo hay una manera de liquidar a ETA: lo que se hizo en Francia, en tiempos de De Gaulle, con la OAS.» Los GAL que operaron durante la presidencia de Felipe González  hicieron realidad esa idea.   

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