En la economía española hay temas que aparecen de vez en cuando, pero luego quedan sepultados por la rutina informativa. Uno de ellos es el absentismo laboral. El IRCO-IESE –instituto de investigación que dirijo– ha realizado el segundo informe sobre la evolución del absentismo en España en colaboración con la Universidad Carlos III, el Centro de Estudios Garrigues y las empresas Mapfre, Adecco, AMAT (Asociación de Mutuas de Accidentes de Trabajo). Las conclusiones del estudio de 2012 son interesantes.
FUENTE: José Ramón Pin, IESE Business School
El primer dato que llama la atención es el volumen del absentismo por enfermedades comunes. Según AMAT, en 2012 los españoles no acudieron a su trabajo 173 millones de días por esta causa. Si lo transformamos en un número equivalente de personas sería como si 791.079 trabajadores no hubieran ido a trabajar ningún día del año. El 5,19 por ciento de los afiliados a la Seguridad Social. ¡Una enormidad!
De manera que uno de los problemas de productividad que siempre ha tenido España es el absentismo laboral: el justificado (por enfermedad) y el no justificado, aunque este es mucho menor. Las causas son varias. Una es la facilidad de obtener bajas por enfermedad de los servicios médicos de la Seguridad Social. Otra es que las empresas no motivan a sus trabajadores adecuadamente, no les hacen conscientes de la utilidad de sus tareas, ni del perjuicio que causan a sus empresas o la sociedad en general si no trabajan. Obviamente esto no ocurre con todos los empleados ¿Quién no ha ido a trabajar incluso con un poco de fiebre por responsabilidad? Muchos, seguro. Sin embargo, los números dicen que hay otros que a la más ligera molestia, o con simulación, se ausentan de su puesto de trabajo y causan perjuicios a la economía.
Pero, por otra parte, también el entorno influye. La crisis económica ha modificado este comportamiento. En los últimos años, el absentismo tiene una tendencia a la baja. El número de días perdidos por enfermedad en 2011 fue 206 millones, 44 millones de días más de los que se perderían al año siguiente. Y no es un hecho aislado. El absentismo desciende todos los años desde 2007 hasta la fecha. ¿A qué se debe? Sin duda a la crisis. Primero, porque las empresas han despedido a muchas personas y, probablemente, las primeras en salir fueron las que tenían menos rendimiento: los absentistas. Segundo, porque ese fenómeno sirvió de aviso. Los trabajadores empezaron a pensar que en época de vacas flacas era mejor tener comportamientos menos arriesgados para no ser despedidos. Tercero, porque se agudiza la conciencia de la necesidad de arrimar el hombro en épocas de crisis.
De manera que la crisis puede estar ayudando a corregir el problema. No es un consuelo, sino que representa uno de los fallos de nuestras relaciones laborales. Ahora pagan justos por pecadores. Se mete en el mismo saco a quien de verdad necesita la baja temporal por enfermedad que al que la consigue sin ser necesaria. Es un sistema injusto a fuer de querer ser garantista de los derechos del trabajador. Por tanto, hay que cambiarlo. ¿Cómo? Una solución de sentido común es dejar que sean las Mutuas de Trabajo las que gestionen las altas de las incapacidades temporales. ¿Por qué? Porque las Mutuas son entidades de servicio público, pero de gestión privada, cuyos intereses están alineados con los de las empresas, ya que estas las financian. Además son dirigidas por profesionales, entre ellos médicos sujetos al juramento hipocrático, lo que garantiza el equilibrio en las decisiones sobre salud.
En resumen, la reforma de 2012 ha mejorado la flexibilidad de las relaciones laborales españolas; eso ha contribuido a la mayor competitividad de las empresas. Dato que se refleja en las cifras de exportación y la balanza de pagos, ambas positivas por primera vez desde hace años. Pero aún quedan muchos flecos por cortar. Uno es el tratamiento del absentismo.