Para el comienzo de cada año, quien más quien menos, tiene planes y proyectos. Se alberga la ilusión de que contribuirán a hacer realidad en la nuestra la “vida nueva” del refrán. Aprender, definitivamente, el idioma que se resiste; retomar con fuerza el plan de adelgazamiento, imprescindible tras los dulces y las comidas copiosas y bien regadas; matricularse, esta vez sí, en una academia para aprender eso que ilusiona; reorganizar el horario para que quepa en él un tiempo para la lectura o ese hobby que tanto descansa; para visitar a los suegros y, de vez en cuando, a esos tíos que tanto nos quieren, que están mayores y, además, pachuchos…
Hay comienzos de año, tal vez este también, en los que los proyectos salen solos, sin apenas pensarlos. No es extraño: son los mismos del año pasado y del anterior y de tantos…y se proponen como objetivo a conseguir convencidos de su importancia. Tanta, que no sólo se proponen: se inician y en ocasiones… hasta se prolonga su ejecución en el tiempo, ¡hasta que surgen los inconvenientes!. Porque surgen… y ¡de qué manera!. Entonces, se interrumpen el tiempo imprescindible hasta que se superan.
Cuando lo hacen y llega el momento de la incorporación, aparecen todo tipo de razones… para no realizarlo: se ha perdido el hábito o la rutina adquirida; no se puede seguir al resto de los compañeros que van muy por delante; los días más largos invitan a otro tipo de actividades…
Aún queda la más importante: lejano ya el inicio del año, ese plan o proyecto realizado entonces, ha perdido mucho de su atractivo y abandonarlo parece lo más aconsejable en ese momento.
Así, otro año, “más de lo mismo”: nos quedamos sin la mejora deseada y los proyectos iniciados a comienzo de año, en el rincón del olvido, hasta que una mejor oportunidad u otro año nuevo, les devuelvan actualidad.
Sería bueno que algún estudioso dedicase algún tiempo a ahondar en las razones por las que tan pocos proyectos “de año nuevo” llegan a colmo e interesante conocerlas, para estar prevenidos y tener los recursos preparados y dispuestos cuando se presenten.
Mientras tanto, estos proyectos no realizados o “inconclusos”, recuerdan o se parecen bastante a algunos de los que trata la clase política, cuando, como justificación, dicen: “No podían salir adelante: faltaba presupuesto”.
La diferencia está en que de la realización de los suyos se benefician mucha gente.