Nuestro objetivo es que se cree entre los hermanos un clima de convivencia grato y divertido, en el que no por ello dejará de haber roces ocasionales. Para contribuir a ello, los padres podemos hacer algunas cosas, como las siguientes:
– Procurar que los niños se lo pasen muy bien juntos. El juego es un medio excelente para ello. De modo que hay que procurar que los niños jueguen juntos y disfruten haciéndolo.
– Hay que hacer muchos planes familiares, en los que lo pasemos muy bien todos juntos. Los hijos deben estar deseando llegar a casa y estar con su familia.
– Es muy importante hacer planes de acción de generosidad entre los miembros de la familia. Hemos de lograr que en nuestra familia haya detalles de cariño entre unos y otros. Con un poco de imaginación se pueden pensar docenas de ideas para llevar a cabo planes de acción de generosidad con los miembros de la familia.
– Hay que conseguir que las alegrías y los éxitos de uno de los miembros de la familia sean alegrías y éxitos de todos. Para ello, es bueno, por ejemplo, celebrar en familia las buenas notas de uno de los niños, o los éxitos deportivos de otro, etc. No se trata de tirar la casa por la ventana, pero esas cosas deben ser un motivo para tener una sencilla celebración familiar y para
que todos estemos contentos y orgullosos de lo bien que le han ido las cosas a los demás.
– Los niños deben sentir unos fuertes lazos de pertenencia a la familia y estar “orgullosos” de formar parte de ella. Ello se concretará, por ejemplo, en no hablar jamás mal de uno de sus hermanos con los amigos, y en defenderle siempre que hablen mal de él o se metan con él los demás.
– Si tratamos de educar en cristiano a nuestros hijos, una de las enseñanzas más básicas que hemos de transmitirles es que la caridad es ordenada: de ese modo, en el orden de la caridad, uno debe querer a sus hermanos y rezar por ellos todos los días.