Los que piensan que Dios no existe, realmente no tienen buenas razones para su incredulidad. Simplemente han aprendido a repetirse, “¡No hay buena evidencia para la existencia de Dios!»
Humildemente, les diría: No sé si eres budista, musulmán, cristiano, judío, si crees en los marcianos o eres miembro de la orden del jedi o discípulo del maestro yoda, los de la Guerra de las Galaxias, o eres de los que piensas que la religión es un timo y más vale que no te la peguen con sus dogmas absurdos ni su moral reprimida, y por eso sólo crees en aquello que ves y que puede ser demostrado por la ciencia, o quizás pasas de las cuestiones religiosas e intentas ser feliz sin agobiarte con preguntas difíciles de responder.
En cualquier caso, de lo que estoy seguro es que en algún momento de tu vida, estando sólo o con amigos, de día o de noche, sobrio o hasta arriba de pelotazos, te has preguntado: ¿existe Dios? Todas las personas creen en algo, también las que no creen en Dios creen que Dios no existe.
La existencia de Dios no se puede demostrar de un modo científico, pero tampoco se puede demostrar su inexistencia, porque a Dios no se le puede meter en un tubo de ensayo, ni para decir que ahí está, ni para decir que ahí no está. Por eso, en que se basan científicos prestigiosos y competentes para afirmar de forma tan categórica que Dios no existe, sin haberlo demostrado empíricamente. Hay otros científicos, en cambio, que no ven ningún tipo de contradicción entre sus investigaciones científicas y su creencia en Dios.
Tres revoluciones copernicanas se dan, al menos, en la ciencia moderna. La primera, como es lógico, protagonizada por el propio Copérnico. La segunda, por Mendel y su descubrimiento de las leyes genéticas. Una tercera, por Georges Lemaître, cuando formula la teoría del Big Bang en 1927. ¿Te sorprende si te digo que los tres eran sacerdotes católicos?
Lo mismo se puede decir del director del genoma humano Francis Collins, que se declara científico y creyente. Estos científicos creyentes y otros muchos saben que la ciencia aunque puede acercar a Dios, no puede demostrar definitivamente la existencia o inexistencia de Dios. Te imaginas a un científico buscando a Dios con su microscopio. Y es que hay realidades que no podemos percibir con ninguno de nuestros cinco sentidos, ni podemos atraparlas para poder demostrar su existencia empíricamente, como por ejemplo Dios o el amor. Te imaginas a un chico enamorado haciendo una radiografía a su novia para verificar que ella está de verdad enamorada de él. Es algo absolutamente imposible.
Quizás te hayas preguntado si esto será siempre así, o si algún día la ciencia llegará a demostrar la existencia o inexistencia de Dios. Tiene su lógica la pregunta, porque el conocimiento humano no ha parado nunca de avanzar. De hecho puede que algún día descubramos si hay vida alienígena o la cura contra el cáncer. Sin embargo, lo que nunca podremos demostrar empíricamente es la existencia o inexistencia de Dios, porque la ciencia investiga las cosas que se pueden manipular con aparatos de medición.
El cristianismo no es contrario a las ciencias, es más anima incesantemente a seguir investigando y explorando todas las interacciones de la realidad más allá de las estrellas y de la última frontera de los tiempos. ¿Y sabes por qué?, porque la poca ciencia aleja de Dios, pero la mucha acerca verdaderamente a Dios. Un ejemplo, el Observatorio Astronómico del Vaticano, que es el que lleva más siglos funcionando.
La ciencia puede acercarnos a Dios, aunque nunca puede demostrar empíricamente su existencia. Pero, ¿es la ciencia la única manera de acercarse a Dios? La respuesta es, no. En el fondo último de ti y en las diferentes ocasiones de la vida puedes encontrarlo.