Ayudas eficaces para personas sin hogar

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Primero la vivienda y después la asistencia. Esta es la clave de la estrategia “Housing First”, usada en Estados Unidos y varios países de Europa para ayudar a integrarse en la sociedad a los “sin techo crónicos”; es decir, aquellas personas que llevan viviendo un año o más a la intemperie y que padecen alguna enfermedad mental o problemas con el alcohol y las drogas. Los programas basados en el modelo “Housing First” parten de la experiencia de que las personas sin hogar suelen afrontar mejor su situación cuando ya tienen un techo seguro, en lugar de refugios de emergencia. Una vez asentados, un equipo de trabajadores sociales o de voluntarios les ofrece asistencia social y sanitaria.

FUENTE: JUAN MESEGUER-aceprensa

Estos programas han dado la vuelta a la forma tradicional de ayudar a estas personas, cuando primero se les acogía en albergues y refugios de paso; después se les ayudaba con un tratamiento de rehabilitación y, solo si lograban progresar, se les daba la oportunidad de acceder a un piso subvencionado.

La crítica más habitual al nuevo modelo –aparte de su elevado coste inicial– es que puede perpetuar las situaciones de dependencia. Pero lo mismo se decía antes cuando se les ofrecía el sistema inverso de ayuda. Lo cierto es que la estabilidad que ofrecen las viviendas juega a favor del cambio, cuando además hay un seguimiento.

En EE.UU., “Housing First” despierta simpatías entre demócratas y republicanos. Primero, por razones humanitarias: los homeless crónicos representan en torno al 17% de los sin techo y son los que se encuentran en peor estado. Pero también por razones prácticas: no solo está logrando que el número de “sin techo crónicos” disminuya en algunos estados sino que, a la larga, está ahorrando dinero a las arcas públicas.

Una estrategia que funciona
Los primeros programas de este tipo fueron impulsados por la Administración Bush. En un reciente artículo para el New Yorker, James Surowiecki hace una valoración muy positiva de un programa adoptado por el conservador estado de Utah en 2005, cuando había allí casi 2.000 “sin techo crónicos”.

Lloyd Pendleton, director de la Utah’s Homeless Task Force, explica a Surowiecki el ahorro que ha supuesto para ese estado: el coste medio de un “sin techo crónico” en Salt Lake City, la capital de Utah, era superior a 20.000 dólares al año; mientras que el coste de una vivienda subvencionada en alquiler (incluidos los sueldos de los asistentes sociales) ronda los 8.000 dólares.

Los resultados han sido muy positivos: ninguno de los 17 beneficiarios del programa piloto de Salt Lake City volvió a la calle en los 22 meses siguientes. Desde que se amplió, el porcentaje de “sin techo crónicos” ha caído un 74% en todo Utah.

La vivienda ofrece una estabilidad personal que hace más efectiva la asistencia posterior
Un informe publicado en 2013 por RAIS Fundación –una organización benéfica con sede en Madrid que trabaja con personas sin hogar– avala los buenos resultados de los programas que se basan en este modelo: en torno al 80% de los usuarios del programa “Pathways to Home” (Florida, EE.UU.) se mantenían en la vivienda al cabo de dos años; en el caso de “Street to Homes” (Toronto, Canadá), el 90% seguía en la vivienda un año después de ser alojados.

Respecto a la salud y el bienestar personal, “Pathways to Home” registra un menor índice de ingresos psiquiátricos, menos ingresos por urgencias y menos arrestos. “Street to Homes” registra, además, una disminución del consumo de drogas.

Asistencia integral

El mismo informe presenta una panorámica sobre el grado de implantación de este modelo en Europa. Está muy desarrollado en Finlandia –desde 2008, el programa se aplica en diez ciudades– y, en menor medida, en Irlanda, Escocia, Francia, Noruega, Bélgica y Dinamarca, entre otros países. En España aún no está implantado, pero algunas organizaciones, como la Asociación Provivienda y la Fundación Mambré, han creado programas que hacen de la vivienda una pieza clave de la integración social.

El periodista del Guardian Billy Briggs también elogia la estrategia “Housing First”, aunque reconoce que no es un modelo perfecto. No ha funcionado, por ejemplo, en Los Ángeles: allí se adoptó en 1988, pero el número de “sin techo crónicos” no ha parado de crecer. En parte se explica por la dimensión del fenómeno: según datos de 2013 del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano de EE.UU. (HUD, por sus siglas en inglés), California es el estado con más “sin techo crónicos” del país (un 36% del total).

Por cada 100 familias estadounidenses de “ingresos extremadamente bajos”, solo hay 29 viviendas en alquiler con precios asequibles
Diversos expertos citados en el informe de la RAIS Fundación subrayan que la vivienda por sí sola no garantiza la inclusión social, pero sí favorece que la asistencia posterior sea efectiva. Para Pedro Cabrera y María José Rubio, profesores en la Universidad de Comillas, la vivienda digna es una “plataforma privilegiada desde la que trabajar la inserción socio-laboral, las mejoras en la salud, la normalización de los hábitos y relaciones cotidianas, etc”.

Un ejemplo paradigmático de este enfoque integral es el programa “Opening Doors”, adoptado en 2010 por la Administración Obama. La clave de esta iniciativa está en el gigantesco trabajo de coordinación que realiza un consejo federal, que pone a trabajar codo con codo a administraciones públicas, empresas y organizaciones cívicas. La idea es que la búsqueda de viviendas asequibles se complemente con la creación de empleo y la asistencia sanitaria y social.

En 2012, “Opening Doors” dio un paso más: junto a los programas dirigidos para los “sin techo crónicos”, puso en marcha otros dos específicos para veteranos de guerra sin hogar y familias pobres con hijos. Según el HUD, entre 2010 y 2013, el porcentaje de “sin techo crónicos” en EE.UU. descendió un 5% hasta quedarse en unos 109.132.

Iniciativas para corregir el mercado de la vivienda

Desde el comienzo de la crisis económica, el precio de los alquileres en EE.UU. ha ido subiendo mientras aumentaba también el número de personas que –sin estar en una situación tan crítica como los “sin techo crónicos”– tienen serias dificultades para pagar el alquiler. Estas dos tendencias se lo ponen todavía más difícil a quienes nunca han sido los clientes más atractivos para las inmobiliarias.

Según un informe del Urban Institute, por cada 100 familias estadounidenses de “ingresos extremadamente bajos”, solo hay 29 viviendas en alquiler con precios asequibles. Por familias de “ingresos extremadamente bajos”, el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD) entiende aquellas que ganan el 30% o menos de los ingresos medios de cada zona del país. O sea, menos de unas cantidades que oscilan entre 7.450 y 33.300 dólares.

Para corregir esta situación, el HUD ofrece diversas ayudas. Una de las más novedosas son los cheques para alquiler de viviendas, destinados a familias de bajos ingresos. La familia elige un piso de los seleccionados por el HUD y solo paga la diferencia entre el precio del alquiler y la subvención, cantidad que se encarga de pagar el HUD a través de las agencias de vivienda pública. En ocasiones, las familias pueden usar el cheque para comprar un piso modesto.

Una iniciativa ciudadana para ayudar a las personas sin hogar en Baltimore, la ciudad más poblada de Maryland, es “Housing Our Neighbors”. Un grupo de voluntarios –entre los que hay antiguos “sin techo”– ha empezado a localizar las casas abandonadas en la ciudad para rehabilitarlas y convertirlas en viviendas asequibles.

De las 300 que han localizado hasta ahora, el 80% pertenecen al ayuntamiento. El objetivo de este grupo, explica Alana Semuels en The Atlantic, es convencerle de que atribuya la propiedad del terreno a una organización sin ánimo de lucro y que esta se encargue de regular la oferta y la demanda de las viviendas en alquiler. En Filadelfia (Pensilvania), el “Women’s Community Revitalization Project” ya ha utilizado esta fórmula para ofrecer alquileres especiales a mujeres de bajos ingresos.

 

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