Un vídeo breve, mezcla de emoción sincera que formó parte de aquel precioso filme “París, je t’aime”. De los 18 cortos allí reunidos, éste de Isabel Coixet es el más valioso. Cuenta una historia sencilla, a través de un narrador, que arranca de esta forma: Un hombre queda citado con su esposa en un restaurante. Durante la espera, recuerda como el afecto que les unió ha ido desvaneciéndose por la rutina.
Esa monotonía, contra la que no quiso luchar, era la causa de que ahora se encontrara allí, dispuesto a decirle a su mujer que había dejado de quererla: que otra mujer le estaba esperando. Que todo había terminado. Pero su esposa, que aparece con un simbólico abrigo rojo (leit motiv de todo el filme), llega con el rostro compungido y antes de que su marido pueda comenzar a hablar, rompe en sollozos porque tiene una enfermedad terminal y le quedan pocas semanas de vida.
Es entonces cuando empieza el relato. Una historia que nos habla de volver a amar cuando el amor parece perdido (O, mejor, cuando los sentimientos se han esfumado). Nos habla de “revalorar” al amado (volverlo a descubrir, y a amar) cuando sabemos que vamos a perderlo. Una vez leí que “el secreto para dar relieve a lo más humilde, y aun a lo más humillante, es amar”. Esa es la clave: amar da sentido a nuestra vida, y da sentido a los sacrificios más costosos, a todo lo que podría ser monótono. Porque las repeticiones, que antes quizás marchitaban la ilusión, ahora están llenas de significado.
Éste es el pasaje más importante: “Dispensó entonces a su mujer todas las atenciones que ella le había reclamado: colgar los cuadros que esperaban por toda la casa, ir de rebajas con ella pese a aborrecer las compras. Y, todo, incluso las cosas más insignificantes, tenían otro sabor desde que sabía que era la última vez que podía hacerlas por ella”. Entonces la narración alcanza su sentido más profundo: “De tanto comportarse como un enamorado, volvió a enamorarse”.
Sinceramente: merece la pena visionar el vídeo. VER VÍDEO
Clemente Ferrer