Casi 20.000 muertos por terrorismo

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Como en otros aspectos radicales de la vida humana, en este del terrorismo se ha producido cierta banalización. En parte, me ha despertado un reportaje de Anna Bono en un diario digital que consulto, sobre todo, para no perderme los análisis de Massimo Introvigne, sociólogo de la religión. Se trata de La nuova bussola quotidiana.

El pasado día 19 se hacía eco del Índice global de Terrorismo 2014, publicado por el Institute for Economics and Peace, con datos de 162 Estados. En 2013, murieron 17.958 personas: 61% más que en 2012. Los atentados, sobre todo con explosivos, fueron casi 10.000, un 44% más que el año anterior. El informe ofrece una triste clasificación por países, según el número de acciones, víctimas humanas y daños materiales. El terrorismo ha causado víctimas en 60 Estados del mundo.

A la cabeza de la tabla está Irak (6.362 muertos en 2.492 atentados), seguido por Afganistán, Pakistán, Nigeria y Siria: en estos cinco Estados se concentra el 82% de las víctimas. Vienen luego la India, Somalia, Filipinas, Yemen y Tailandia, con una tasa de mortalidad que oscila del 1 al 2,3% del total.

Como se sabe, las acciones terroristas, dentro de su brutalidad, persiguen una finalidad informativa. Por eso, los grupos correspondientes suelen reconocer su autoría. La violencia islamista se lleva la primera palma, con diferencia: una razón más para lamentar el silencio de líderes religiosos supuestamente moderados; mientras no cese esa violencia de cuño musulmán, no serán verosímiles sus invocaciones al pacifismo religioso, repetidas por intelectuales mahometanos que viven y trabajan en Occidente.

El gran causante de atentados en Irak es el Estado islámico, autor del 77%. En Afganistán, la violencia aumentó un 10% en 2013, con los talibanes como responsables del 75% de las víctimas. Algo semejante sucede en Pakistán desde hace bastantes años. En cambio, la novedad procede de Nigeria, donde el extraordinario crecimiento del terrorismo se debe a los yihadistas de Boko Haram: responsable del 99% de los atentados y de la muerte de al menos 1.587 personas. En 2013, cuatro grupos causaron el 66% de las víctimas: talibanes, Boko Haram, Estado islámico, Al Qaeda.

La situación de Siria es más difícil de calibrar. Existe mucho terror, también por la creciente presencia del yihadismo. Pero no siempre es posible distinguir con exactitud víctimas de la guerra civil y del terrorismo. En todo caso, tampoco parece justa la pasividad ante el trágico conflicto instalada en la órbita occidental.

La creciente criminalidad de México, con un número de víctimas notoriamente excesivo, no se debe a terrorismo en sentido estricto, sino a la batalla de y contra el narcotráfico. Algunos ataques tienen tal virulencia –como la reciente desaparición de estudiantes en la ciudad de Iguala que recuerdan los graves atentados sufridos en el siglo XXI por países occidentales. Aunque sólo el 5% de las víctimas viva en estas regiones, causaron estupor los casi tres mil muertos en Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001; los casi doscientos de los trenes de cercanías en Madrid el 11 de marzo de 2004; los cincuenta de los atentados de Londres el 7 de julio de 2005, y –con fundamentación muy diferente, los muertos en Oslo el 22 de julio de 2011.

Señala Anna Bono que los autores de estos estudios no han conseguido identificar correlaciones relevantes de posibles causas del terrorismo a veces mencionadas, como tasas de pobreza o subdesarrollo, niveles de educación y otros condicionamientos económicos. Las circunstancias son específicas en cada lugar, con influencia diversa de factores de riesgo como conflictos étnicos, religiosos y lingüísticos; nivel de violencia y criminalidad de cada país; o, en fin, la presencia de una violencia ilegal por parte del propio Estado, por ejemplo, con ejecuciones extrajudiciales. De hecho, aunque no es concluyente, más del 90% de los atentados de 2013 se produjeron en países con violaciones de los derechos humanos.

Pero la clave sigue estando en el fundamentalismo islamista. Y no parece que pueda combatirse sólo con la fuerza. El informe sobre terrorismo global concluye que, desde los años 60 hasta la actualidad, sólo un 7% de organizaciones terroristas se ha disuelto como consecuencia de una intervención militar. De ahí la importancia de la acción efectiva del mundo árabe, muy en concreto, de países como Arabia Saudita, supuesto aliado de Occidente, pero quizá financiador en la práctica de buena parte del terror fuera de sus fronteras. Todo, menos la pasividad ante la banalización de un mal terrible.

Salvador Bernal

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