El tema de las células madre es un asunto que ha generado mucha controversia y debate en los ya quince años transcurridos desde su puesta en escena en las investigaciones biomédicas. El tema se relaciona con aspectos fundamentales de la biología humana, la vida, la medicina y la bioética.
Debatir sobre cuestiones que incumben a la salud y a la vida humana requiere de entrada un pronunciamiento sobre el sujeto y objeto a quien van dirigidas las investigaciones biomédicas, es decir, el ser humano. En este sentido es necesario situar al lector ante la realidad ontológica que llamamos hombre y adelantar que la posición del autor por formación y conocimientos gira alrededor de dos dimensiones complementarias, una científica biológica y otra bioética personalista.
Respecto a la dimensión científica, la primera pregunta sería ¿qué nos dice la ciencia sobre el ser humano y cómo debemos considerarlo con relación al mundo que le rodea? Desde la Biología constatamos que la vida humana posee unas peculiaridades excepcionales que sitúan al hombre por encima del resto de las criaturas de la naturaleza. El ser humano ya es excepcional simplemente considerado como una realidad biológica que, aun teniendo mucho en común en su materialidad con el resto de las criaturas vivientes, muestra una serie de capacidades y singularidades que le sitúan por encima del resto de las criaturas vivientes. Las peculiaridades de mayor trascendencia se refieren a la capacidad de raciocinio, la capacidad de comunicación por medio del lenguaje, la conciencia de su existencia, y un sentimiento de trascendencia único en el conjunto de la naturaleza. Estas cualidades en su conjunto hacen que cada ser humano viva su vida de forma personal y sea dueño de sus actos. El ser humano es singular por su realidad indisoluble de cuerpo y alma.
Estas propiedades hacen al ser humano el más digno de la naturaleza. A la dignidad de la vida humana se refería Kant cuando afirmaba que la humanidad misma es digna porque el hombre no puede ser tratado por ningún hombre –ni siquiera por sí mismo- como un medio, sino siempre como un fin. Los seres humanos son personas en tanto que constituyen un fin en sí mismos, no se deben manipular ni tratar como un mero medio, porque poseen libertad y son distintos de las demás criaturas naturales por su rango y dignidad. De acuerdo con Kant, la persona no tiene precio (no es un objeto, una cosa) sino que tiene valor en sí misma (dignidad) (Kant, 1991). Cada persona se hace acreedora de su dignidad desde el momento en que queda constituida su entidad biológica, es decir, desde la concepción.
Desde una perspectiva antropológica cristiana, el hombre debe su presencia en el mundo al deseo de Dios de crear una criatura a su imagen y semejanza. El Papa Benedicto XVI respondía a una pregunta sobre el significado del «logos» con el que San Juan comienza su evangelio:
«En el principio existía la Palabra, es decir, al mundo le precede el sentido espiritual, o lo que es lo mismo la ‘idea’ del mundo. El mundo es la materialización de la idea y del pensamiento primigenio que Dios llevaba dentro de sí y que se convierte en un espacio histórico entre Dios y su criatura»
Un elemento de especial importancia para las investigaciones biomédicas es el aspecto ético, que es consecuencia de la capacidad de raciocinio y de la conciencia con la que cada persona vive su vida. George Kieffer, en su tratado de Bioética, dice que:
«el comportamiento ético ha contribuido ampliamente a la supervivencia de la especie. En la mayoría, si no en todas las sociedades humanas, es correcto y bueno el ser honesto, generoso, amable y valiente. La vida humana, incluyendo la de extraños es sagrada –excepto en la guerra-. Hay que conservar la vida… La sociedad no habría sobrevivido probablemente sin la observancia de estos valores… Para la supervivencia de la especie es necesario el respeto a la vida»
En la práctica médica la ética exige seguir unos principios morales que constituyen un código de conducta de respeto a la vida y de deseo de curación del enfermo. El primer código deontológico conocido en la práctica de la Medicina fue el desarrollado en la antigüedad por Hipócrates, mantenido a lo largo de los siglos. Bajo sus principios el médico se convierte en un defensor de la vida y del respeto a la dignidad humana de sus pacientes, sin discriminación de edad o de salud física o mental. Es evidente que esto debe incluir todas las fases de la vida humana, incluso aquellas que no se ven o no se manifiestan, como sucede con la etapa embrionaria (desde la concepción hasta la 8ª semana) o la fetal (desde la 8ª semana al nacimiento). Los avances científicos y tecnológicos han contribuido a precisar el inicio de la existencia humana y permiten hoy conocer o visualizar la realidad de la vida durante las primeras etapas de su desarrollo.
Los avances de las investigaciones biomédicas y la facilidad de producir embriones en el laboratorio, mediante las técnicas de fecundación in vitro, han puesto la vida humana así producida en las manos de quienes lo hacen posible y de sus progenitores. De este modo los embriones han pasado a convertirse en «productos manipulables» u objetos sobre los que cabe ejercer otras actuaciones, Además de su implantación con fines reproductivos, se han puesto en práctica diferentes tecnologías como la selección eugenésica, la congelación de los embriones no implantados, la extracción y utilización de sus células madre con fines de investigación o para obtener patentes, etc. Sean las que sean las manipulaciones, lo que defendemos es que los embriones deben verse como lo que son, vidas humanas en su primera etapa de desarrollo, que en virtud de su dignidad deben ser respetadas y protegidas.
De este modo, llegamos al cuarto elemento a tener en cuenta en el contexto de las investigaciones biomédicas, la Bioética. Como su nombre indica, esta nueva disciplina, propone un enfoque ético de las aplicaciones biológicas. Se trata de un ámbito de conocimiento pluridisciplinar, que surgió a principios de los años setenta del siglo pasado, para guiar a los médicos y a los investigadores a ejercer de forma responsable sus actuaciones sobre la vida humana. La Bioética surgió como una respuesta a una serie de lamentables episodios relacionados con investigaciones que utilizaban la vida de personas indefensas, discapacitadas, prisioneros de guerra o simplemente personas desinformadas a las que no se había solicitado consentimiento para desarrollar experimentos y abusos que ponían en peligro su vida o les llevaban indefectiblemente a su muerte.
Nos situamos, por tanto, en una perspectiva de protección de la vida y la dignidad de cada ser humano y de defensa de una bioética antropológica basada en el respeto a la persona. Esta aproximación tiene en cuenta la doble dimensión corpóreo-espiritual del hombre, de forma integral, y tiene como objetivo principal la tutela del derecho a la vida, que permita la plena realización de cada persona, en consonancia con una antropología cristiana. Juan Pablo II en Evangelium Vitae, calificada por él mismo como una «meditación sobre la vida», decía que:
«estamos en realidad ante una objetiva «conjura contra la vida», que ve implicadas incluso a Instituciones internacionales. creando en la opinión pública una cultura que presenta el recurso a la anticoncepción, la esterilización, el aborto y la misma eutanasia como un signo de progreso y conquista de libertad, mientras muestran como enemigas de la libertad y del progreso las posiciones incondicionales a favor de la vida»
Angelo Vescovi, médico e investigador del Centro de Células Madre de Milán y uno de los investigadores pioneros en las investigaciones con células madre de procedencia no embrionaria, califica de ideológico un enfoque en el que no se quiere reconocer que la situación de la investigación con células madre ha cambiado. Hoy la gran mayoría de los grupos que históricamente habían trabajado con embriones humanos se está orientando hacia el uso de técnicas nuevas y mejores, que permiten la producción de células análogas a las células madre embrionarias sin utilizar embriones y que por consiguiente no plantean problemas éticos. Dice el Dr. Vescovi:
«Me permito, poner de relieve que de ningún modo es admisible tachar de moralismo religioso y de comportamiento ideológico a quien pone de manifiesto la existencia de esas alternativas y subraya el hecho de que son incluso más eficientes que la clonación humana, y mucho más prometedoras, sobre todo para los enfermos. La que ha sido propuesta para apoyar la decisión de usar embriones humanos es una inversión insostenible de los papeles. Debo anotar, respetuosamente, que quien actúa movido por la ideología es el que rehúsa considerar todos los aspectos de un problema y no viceversa» .