«El otro día un conocido escritor, en casi todo bien informado, dijo que la Iglesia Católica siempre es enemiga de las ideas nuevas. Es probable que no se le ocurriera que su propio comentario no era exactamente una idea nueva. Es una de las nociones que los católicos tenemos que estar refutando continuamente, por ser una idea antiquísima. De hecho, los que se quejan de que el catolicismo no puede decir nada nuevo, casi nunca creen necesario decir nada nuevo del catolicismo.
Un estudio serio de la Historia nos muestra, curiosamente, todo lo contrario. Hasta donde las ideas son realmente ideas, y hasta donde tales ideas pueden ser nuevas, los católicos han tenido que sufrirlas cuando realmente eran nuevas; cuando eran demasiado nuevas como para encontrar otro apoyo. El católico no sólo era el primero en el campo sino que era el único en el campo, y aún no había nadie más que entendiera lo que había encontrado allí.
Así, por ejemplo, casi doscientos años antes de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos y de la Revolución Francesa, en una era dedicada al orgullo y la loa de los príncipes, el cardenal Bellarmine y el español Suárez plasmaron con lucidez toda la teoría de la auténtica democracia. Pero en aquella época del derecho divino, sólo consiguieron dar la impresión de ser unos jesuitas sofistas y sanguinarios, acechando con dagas para asesinar a los reyes. Así también, los casuistas de las escuelas católicas dijeron todo lo que se puede decir del teatro y la novela de tesis de nuestro tiempo, doscientos años antes de que se escribieran. Dijeron que realmente existen los problemas morales de la conducta, pero tuvieron la desgracia de decirlo con doscientos años de adelanto.
En una época de fanatismo ostentoso y vituperación fácil y gratuita, sólo consiguieron que los tacharan de mentirosos y liantes, por ser psicólogos antes de que la psicología se pusiera de moda. Sería fácil dar todos los ejemplos que se quiera hasta el presente, y proponer casos de ideas que todavía son demasiado nuevas para que las comprendan. Hay pasajes en la Rerum novarum de León XIII que sólo ahora están empezando a utilizarse como pautas para movimientos sociales mucho más nuevos que el socialismo. Y cuando Belloc escribió sobre el Estado Servil, adelantó una teoría económica tan original que casi nadie se ha dado cuenta aún de lo que es. Dentro de unos siglos, la gente la repetirá, y la repetirá mal. Y entonces, si los católicos protestan, su protesta se explicará fácilmente por el hecho, bien conocido, de que a los católicos nunca les gustan las ideas nuevas.
Sin embargo, el que hizo ese comentario sobre los católicos quiso decir algo; y es de justicia intentar entenderlo con más claridad de lo que él lo expresó. Él quiso decir que, en el mundo moderno, la Iglesia Católica es realmente enemiga de muchas modas muy extendidas, la mayoría de las cuales todavía afirman ser nuevas, aunque muchas empiezan a estar un poco rancias. Es decir, que en la medida en que quiso decir que la Iglesia suele atacar lo que el mundo en ese momento aplaude, tenía toda la razón. La Iglesia sí que se suele poner en contra de la moda pasajera de este mundo; y tiene la suficiente experiencia como para saber lo pronto que pasa. Pero para entender exactamente qué implica esto, es necesario mirar con más perspectiva y considerar la naturaleza última de las ideas en cuestión; considerar la idea de la idea, por así decirlo. En nueve de cada diez ocasiones, lo que llamamos ideas nuevas no son más que viejos errores. Uno de los deberes principales de la Iglesia Católica es impedir que la gente cometa esos viejos errores, que los cometa una y otra vez eternamente, como hace siempre, si se lo permiten. La verdad sobre la actitud católica hacia la herejía, o, como dirían algunos, hacia la libertad, podría expresarse tal vez utilizando como metáfora un mapa.
La Iglesia Católica tiene una especie de mapa de la mente que parece el mapa de un laberinto, pero es en realidad una guía del laberinto. Se ha trazado a partir de conocimientos que, incluso considerados como conocimiento humano, no tienen parangón humano. No existe ningún otro caso de institución inteligente que haya estado pensando sobre el pensamiento durante dos mil años sin solución de continuidad. Su experiencia naturalmente abarca casi todas las experiencias y, sobre todo, casi todos los errores. El resultado es un mapa que señala todos los callejones sin salida y las carreteras malas, y todas las vías que han resultado inútiles según la mejor evidencia: la evidencia de los que las han transitado.»