Se está haciendo frecuente de unos años para acá el suspenso: éste se ha banalizado y convertido en algo no solo posible, sino también normal, y eso, créanme, no es bueno. Eso se está dando, por contagio, en familias cuyos padres están muy implicados en los estudios de los hijos, y que mantienen un contacto directo y habitual con el colegio en el que estudian. Y desde aquí les invito a hacer una “cruzada” familiar contra esta mentalidad. Tenemos que implantar en nuestras casas la idea de que no nos da igual suspender: “En esta familia nos esforzamos por aprobar y por hacer las cosas bien, aunque no siempre lo consigamos”.
Con respecto a los hijos y sus notas, se pueden hacer cuatro grupos de alumnos:
a) Los que estudian y aprueban: es lo más deseable. A este tipo de hijos hay que felicitarles y motivarles para que intenten ser mejores todavía y para que ayuden a sus compañeros.
b) Los que aprueban pero no estudian: éstos son bastante numerosos, sobre todo en la ESO. Ello se debe a que, en muchos centros, aprobar la ESO es demasiado sencillo y a los alumnos más brillantes no les exige demasiado esfuerzo. Son chicos que, como se suele decir, “van sobrados”.
Pero, ¡mucho ojo con estos chicos! No tienen hábitos de trabajo y es cuestión de tiempo que tengan problemas. Esto suele ocurrir, sin ir más lejos, en cuanto empiezan el Bachillerato. Algunos reaccionan y recuperan los hábitos de trabajo; a otros les cuesta más, y pueden llegar a verse en la situación de tener que repetir algún curso.
c) Los que estudian pero no aprueban: Esos casos son más delicados de diagnosticar, y en ellos puede haber multitud de causas. A menudo son alumnos que no saben estudiar, o que hacen que estudian pero lo que hacen es perder el tiempo, o que tienen falta de base en algunas áreas, etc.
Sea como fuere, es muy importante que los padres seamos conscientes de cuáles son las capacidades de nuestros hijos y no hagamos “dramas” si estos no van a la Universidad y, en su lugar, deciden estudiar un Ciclo Formativo de FP.
d) Los que ni estudian ni aprueban: Estos alumnos son los que suelen abandonar los estudios y entrar a formar parte de las estadísticas del fracaso escolar. Si analizamos la trayectoria académica y personal de alguno de ellos, casi siempre veremos que esa desmotivación arrancó de muy atrás, y que se fue alimentando de problemas personales, familiares, educativos, conductuales, etc. Esos son los alumnos problemáticos de los centros educativos, alumnos que no quieren estudiar y que han caído en la más absoluta indiferencia, dándoles lo mismo aprobar que suspender.
En otros casos, esta situación es transitoria y tiene más fácil arreglo. Se puede deber a la crisis de la adolescencia o a algún problema personal que interfiera en su vida durante un tiempo.
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