Cómo cambiar una sociedad democrática

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ARTÍCULO DE EMILIO MONTERO HERRERO

La historia nos enseña que no hay ninguna democracia asentada lo suficiente como para que esté completamente fuera de peligro. Muchas sociedades que la dieron por garantizada, la perdieron. Ahora somos testigos de esta amenaza, con los graves acontecimientos de la guerra de Ucrania y del peligro que representa tener una autocracia como la de Putin.

Todo este asunto me hizo recordar un interesante artículo que leí, hace algún tiempo, sobre el libro “Carta de amor a América”, publicado en 1984 por Yuri Bezmenov, un desertor soviético perteneciente al KGB.

En él describe el modelo de ideologización que la Unión Soviética estaba realizando en diferentes países para exportar la ideología comunista al resto del mundo. Cuando comparé las fases del proceso descrito por Bezmenov con la realidad actual general europea, pude llegar a la conclusión de que al menos una parte del pensamiento soviético nos sigue amenazando, incluida también España.

Según el autor del libro, este proceso de ideologización y cambio de una sociedad incluye cuatro etapas secuenciales. La primera etapa es la de “Desmoralización”. Una de las características principales que conforman las democracias es que la defensa de todas las ideologías es posible, las buenas y las malas. Bezmenov considera que esta fase dura entre 15 y 20 años, que es el tiempo necesario en subvertir una generación. El proceso se considera irrevocable, pues se necesitaría volver a una nueva generación, lo que no es fácil pues quien lo tiene que hacer pertenecerá a aquella generación que perdió los valores.

Establece tres niveles diferentes de desmoralización: el nivel de las ideas, el de las estructuras y el de la vida.

El autor argumenta que las ideas rigen el Mundo. Así considera a las ideas como el nivel más alto de subversión y que afecta a las áreas vitales de una sociedad, como son la religión, la educación, los medios de comunicación y la cultura.

En relación con la religión, que establece el marco moral en el que se desenvuelve una sociedad, consistiría en politizarla y comercializarla predicando el relativismo y alejándola de las escuelas para evitar que se asiente entre los ciudadanos del futuro.

En cuanto a la educación, se perseguiría una educación a las masas dirigida por el estado por encima del reconocimiento de las habilidades y de la calidad individual.

Los medios de comunicación serían también uno de los objetivos de la desmoralización, empezando por desacreditar a determinados autores molestos y siguiendo por hacer que la opinión pública centre su energía, dinero y tiempo en noticias banales en lugar de aquello que es importante para la Nación.

En el ámbito cultural se trataría de crear una cultura de masas orientada a romper la disciplina social y a oponerse a todo tipo de autoridad.

Con el tiempo, los ciudadanos quedarían hartos de esta anarquía social y buscarían aquellos líderes que pusieran orden, aunque ello supusiera la merma de sus libertades individuales que, obviamente, no recuperarían jamás.

El segundo nivel de la desmoralización sería el conducente a socavar las estructuras sobre las que se asienta la sociedad. Se empezaría en el ámbito legal, imponiendo la visión “legalista” sobre la “moral”, es decir presentar al delincuente como víctima de la sociedad y esta como la culpable de que haya criminales, lo que llevaría a los ciudadanos a desconfiar de su sistema legal, pero que a largo plazo acabaría pidiendo castigos más duros y controles más estrictos. De igual manera, se buscaría situar los derechos individuales por encima de las obligaciones para la sociedad.

El tercer nivel que llevaría a la desmoralización sería el que afecta de forma más íntima al ciudadano. Se buscaría erosionar el concepto de familia, para que sea el estado el que proporcione el bienestar a cambio de las libertades personales.

La segunda etapa consiste en la “Desestabilización”. El autor estima que, si la desmoralización ha sido exitosa, solo llevaría cinco años desestabilizar de forma irreversible a la sociedad. Los ciudadanos buscarán una solución a sus problemas, pues ya no confiarán en sus estructuras actuales, que le han conducido a una sociedad disfuncional. Así, buscarán partidos y líderes fuertes y carismáticos que garanticen seguridad y servicios, enfocándose al cortoplacismo, considerando la intervención del estado en todos los ámbitos de su vida como una solución mejor. La división de poderes dejará de tener el valor que tenía antes.

La tercera etapa es la “Crisis”. Bezmenov afirma que llevará menos de seis meses a la rendición del ciudadano al Estado, permitiendo que el gobierno obtenga poderes de emergencia casi ilimitados.

La cuarta etapa es la “Normalización”. Tras todo lo anterior, se habrá alcanzado una nueva sociedad. Será entonces el momento de deshacerse de los tontos útiles que han ayudado en el proceso y de blindar la sociedad para que no pueda retroceder.

A tenor de la situación geopolítica que estamos viviendo actualmente en Europa, no parece que este método esté desactualizado. Su aplicación es de pasmosa actualidad. Tal vez no con éxito en la globalidad de los países, pero sí en algunos de ellos. Su aplicación en Georgia o Ucrania es ciertamente reconocible.

La peligrosa diferencia entre la aplicación del método en tiempos de la Guerra Fría y su aplicación en la actualidad es la velocidad de las fases gracias a la tecnología. Ahora se necesitarían mucho menos tiempo para alcanzar el objetivo.

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