El Consejo de Ministros de hace días, anunció un “tijeretazo” para paliar el caos y hecatombe de nuestra economía. A nadie extrañó: era necesario para evitar la quiebra producida por el derroche. Sin embargo, millones de españoles quedamos atónitos al conocer cómo y dónde se habían realizado los recortes.
Días más tarde, “sus señorías”,-a los que tuvieron que recordar que no podían faltar a la sesión, dada la costumbre que tienen de hacer novillos-, aprobaron el tijeretazo. “Por la mínima”, pero lo aprobaron. Gracias a él funcionarios y pensionistas serán más pobres en lo sucesivo, aunque más, mucho más, bastantes pensionistas.
Muchas de las “señorías” que llenaban el hemiciclo el día de marras, seguramente sabían, saben, muy poco de la pobreza en la que viven muchos pensionistas, de sus apuros para pagar casa, luz y calor en los días de invierno, porque de la comida ya se encargan Cáritas y los Bancos de Alimentos.
Muchas de esas señorías, ¿se pararon a pensar antes de votar, que sus sueldos, puntualmente cobrados, aunque “hagan chotos”, sus dietas y móviles, sus ordenadores personales, sus tarjetas de crédito y otras zarandajas que, como “padres de la patria” disfrutan sin que les cueste un céntimo, se pagan con los impuestos de esas personas a las que, “en justa correspondencia”, ¡qué ironía!, acababan de castigar congelando sus pensiones con sus votos y abstenciones “justificadas”?.
Buena parte de esos jubilados llevan años viviendo en una permanente crisis y nadie se ha fijado en ellos hasta ahora y ¡para esto! Se podían haber hecho, no dos, sino muchos recortes sustanciosos en gastos inútiles. Lo hecho a los pensionistas para dar simple cumplimiento a una imposición externa, suena a provocación. Una provocación que no iba a tener “respuesta social”. Bien lo sabía quién la promovió, al que, según parece, es lo que más le preocupa.