En unos tiempos como los que vivimos, sobresaltados por cuestiones cuyo desarrollo pueden alterar nuestra sociedad, viene bien pensar, aunque no sea más que para descansar un momento, sobre el asunto que da título al comentario. De entrada, alguien podría calificarlo de ligero, cuando no, fuera de lugar, sin embargo, nada más lejos de la realidad: «las cosas pequeñas que cada uno puede hacer en favor de los demás a lo largo de los días de su vida, pueden contribuir, de hecho contribuyen, y no poco, al bienestar de muchas personas y por lo mismo de la sociedad».
El que una persona llame, para felicitar por un éxito personal o familiar, es motivo de satisfacción; el que otra lo haga para interesarse por la situación de un enfermo que preocupa, es algo que conforta y más, saber que aunque lejos, está pendiente y nos acompaña; que, alguien permita adelantar en la cola ante la Caja de un establecimiento, a quien sólo compró una cosa y lleva su importe en la mano, habla de personas que piensan en lo suyo y en el tiempo de los demás y que los dependientes de un establecimiento, atiendan con interés al cliente, y le despidan con una sonrisa, aunque al final no compre nada, es de agradecer.
Cuando alguien advierte al vendedor que no va a comprar, sino a pedir un favor, y éste le atiende con atención y detalle, sabiendo que con su respuesta le ayuda, es posible que, además de dar una satisfacción, con ella haya ganado un futuro cliente
Y si por añadidura, para suavizar el mal momento por el que pasa quien pide ayuda, dice que no se preocupe, que no es el único: que son muchas las personas que solicitan lo mismo, es “para nota” su actitud…
Son pequeñas cosas, detalles sin importancia, que, quizás quienes los tuvieron, olvidaron al instante, es posible que también, quienes los recibieron, lo olviden, pero lo innegable es, que, mientras se desarrollan estos y otros pequeños hechos semejantes, afloran unas relaciones humanas que, por cálidas, hacen más agradable el ambiente.
Es una pena que con tanto egoísmo como, entre todos, hemos fomentado, no quede mucho lugar para realizar estas pequeñas acciones, en beneficio de cualquier persona, si las necesitan y eso con cualquiera: no sólo con las que forman la familia o el grupo.
La atención a los demás y la preocupación por su bien, como el amor del que parten, no admiten fronteras. Por eso, su ausencia, más que una falta, es un síntoma de que, algo, muy propio de las personas, ha quedado en suspenso.