Hubo un tiempo donde MTV emitía videoclips, el nuevo trabajo de un artista era sinónimo de Disco de Diamante y las salas de conciertos no tenían problemas para subsistir gracias a la gran afluencia que registraban. La crisis económica azotó los mercados en 2008, pero para el universo musical solo fue un golpe más dentro de su propia crisis de identidad. Internet no fue la panacea y a veces no ha hecho sino sumar enemigos en el clan de los músicos. Ya no hay artistas, ahora hay productos. Términos como mainstream e indie generan disputas en la crítica actual. ¿Qué ocurre con la música de hoy?
FUENTE: ALBERTO BONILLA
El cantante de Nirvana, Kurt Cobain es el símbolo del grunge, movimiento musical indie que se convirtió en una tendencia global en la década de 1990. Cobain no soportaba la presión del éxito mainstream y se quitó la vida a los 27 años, en 1994.
En 2011, la banda canadiense de música alternativa Arcade Fire obtenía el premio Grammy a Mejor Álbum del Año, por delante de otros artistas más comerciales y famosos como Eminem, Lady Antebellum, Lady Gaga y Katy Perry. Al día siguiente la pregunta más frecuente en artículos de medios generalistas y en las redes sociales era: ¿Quiénes son estos tipos? Sin contar con el apoyo de un gran estrategia de marketing y desconocidos por el gran público, la banda se había alzado con uno de los premios más importantes que puede lograr un artista. Un galardón asociado siempre a un nombre conocido, a un artista mainstream.
La traducción al español de este término vendría a ser algo así como «corriente principal». Es decir, lo mayoritariamente aceptado, lo que le gusta a la mayoría. El nombre de Arcade Fire era desconocido, y eso rompía los esquemas. No formaban parte de una gran discográfica —su trabajo había sido editado a través de Merge Records, una independiente— aunque estuvieran bajo el amparo de Warner; sus singles —el disco sí fue número uno en Gran Bretaña y Estados Unidos, número dos en España— no habían alcanzado los primeros puestos de las listas en todos los países como sí lo hacían los otros artistas con los que competían; y su imagen no aparecía en las portadas de los principales magazines mundiales, ni siquiera forrada en la carpeta de una joven de instituto. Por resumirlo de alguna manera, para la gran mayoría, un grupo indie o desconocido había escalado a la esfera mainstream, pero esta afirmación no es tan simple como parece.
Encumbrados por la crítica musical, The Suburbs (2010) no fue nunca un disco orientado al gran público sino parte de una estrategia de marketing en la que la banda pasaba a ser un icono para un nicho específico —los que se hacen llamar amantes de la música alternativa— y no un referente global. Asimismo, este público no dista mucho del consumidor mainstream: son fieles seguidores de la banda durante sus giras y compran sus discos, pero no quieren mezclarse con la música popular. Con ello, la banda mataba dos pájaros de un tiro: hacer caja y además ser admirados por un nicho de mercado que se considera culto y que rechaza todo lo que suena en la radiofórmula.
Hoy, ser independiente (o indie) ha perdido gran parte de su connotación, ya que muchas veces estos artistas suelen generar más dinero que los que cuentan con atención mediática de forma continua. Quizás la lingüística tenga que hacer algo por una evolución en el término, o quizás simplemente tengamos que empezar a considerar lo indie como una actitud específica en la que el artista busca salirse de lo normal, lo aceptado, lo que gusta.
Pero si algo está claro es que las diferencias entre la música independiente y la música comercial se encuentran en un estado totalmente difuso y de constante cambio. ¿Es independiente un artista que se alza con los mejores premios musicales? ¿Es comercial un grupo simplemente por sonar en las ondas? ¿Se pueden vender millones de copias siendo unos desconocidos? Algunos hablan de una forma de etiquetar a una banda, otros hablan de calificarlo como una actitud o sentimiento…
Internet, con un universo inabarcable de artistas por conocer, y el hastío de parte del público musical con un sonido pop repetitivo y centrado solo en generar ingresos, han provocado una diversificación en los gustos de la población. El fácil acceso a los productos musicales hoy hace que cada uno escoja su menú sonoro del día. Lo comercial no tiene por qué ser lo más escuchado. Lo independiente no tiene por qué ser lo extraño. Parece que el indie y el mainstream, como siempre los hemos conocido, han muerto. Y guste más o menos, es un fenómeno positivo para la música.
Los artistas deben trabajar más duro para triunfar e incluso aumentan sus posibilidades de fracasar, pero el consumidor en esta batalla gana sí o sí. A más conocimiento, más música. A más música, más Competitividad. A más competitividad, más calidad.