¿Cuáles son las dificultades y problemas más frecuentes en el estudio de nuestros hijos? (II)

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estudiantes-con-problemasDificultades en la lectura

Las dificultades en la lectura tienen implicaciones en el proceso de aprendizaje. La lectura y la comprensión que de ella se obtiene es la llave que abre la puerta del intelecto.
Las dificultades en la lectura pueden provenir de no tener la suficiente velocidad lectora; de tener una gran pobreza de vocabulario que impida comprender conceptos abstractos que contenga el texto; de tener muy poca destreza en la expresión escrita; de no haber descubierto el gusto por la lectura.
En algunos casos, las dificultades con la lectura pueden deberse a problemas de dislexia, de los que aquí, debido a su peculiaridad, no vamos a hacer referencia.
Si nuestro hijo no tiene dislexia, pero sí detectamos en él un cierto déficit en su capacidad e comprensión lectora, tendremos que intervenir a fin de prevenir futuros problemas en su proceso de aprendizaje. ¿Cómo? Tratando de estimularle a la lectura, pidiéndole que lea en voz alta para corregir su entonación; haciéndole preguntas acerca de la comprensión de un texto leído (existen en el mercado infinidad de cuadernillos de apoyo para la comprensión lectora).
Con respecto a estos problemas, hay que incidir en lo importante que es la detección precoz de ellos.

Alumnos y alumnas a los que les falta base en alguna materia

No es infrecuente encontrarse con alumnos que responden a este problema. Este se suele dar en áreas como las Matemáticas, el Inglés, y, la Lengua, y es un problema que aparece al cabo de unos años en los que el alumno ha ido aprobando dichas asignaturas por los pelos. Pero llega un momento en el que ya están demasiado “descolgados” y suspenden. Es entonces cuando los padres se alarman ante la situación e intentan ponerle remedio.
Como siempre, es mejor prevenir y anticiparse a los problemas: si vemos que nuestro hijo aprueba con un 5 raspado las matemáticas, es bueno que le reforcemos en esta materia antes de que ese cinco acabe por convertirse en un 4. En último extremo, se puede recurrir para ello a un profesor particular o a una academia. Todo antes de que ese problema se acabe enquistando. Sé de infinidad de alumnos que llevan sistemáticamente estrellándose con una asignatura varios años sin hacer nada extraordinario por remediarlo. Y, en estos casos, dejar que pase el tiempo es lo menos aconsejable.

Ansiedad ante los exámenes

Se suele dar en algunos buenos estudiantes, que se sienten muy presionados y sienten auténtico pavor ante la posibilidad de suspender. Por desgracia, los chicos acostumbrados a suspender de vez en cuando no se suelen poner tan nerviosos ante los exámenes.
En otros casos, se da en alumnos muy inseguros y con baja autoestima, que no tiene confianza ni en sí mismos ni en sus posibilidades.
Hemos de comprender que los exámenes son una fuente de ansiedad, en mayor o menor medida, para todos los alumnos. Lo que ocurre es que algunos de ellos reaccionan de una manera sobredimensionada ante ellos, y eso puede ser negativo de cara a su rendimiento. A veces manifiestan reacciones orgánicas, como comerse las uñas, dormir mal, sudarles las manos, tener palpitaciones, sensación de nudo en el estómago, etc. Otras veces, caen en pensamientos negativos y pesimistas, que les hacen ver que lo van hacer mal. Si uno anticipa que va a suspender, se está predisponiendo mentalmente a hacerlo, y eso no es lo adecuado En algunos casos, estos alumnos, debido al nerviosismo, dicen “quedarse en blanco” y ser incapaces de responder en el examen.
¿Cómo podemos ayudarles? Lo primero, haciéndoles ver que la inquietud antes de los exámenes es algo normal, y todos hemos pasado por ella. El nerviosismo ante los exámenes acompaña a la vida de cualquier estudiante preocupado y responsable, y es inútil pretender que no sea así. No creo que nadie pueda presumir de que nunca se ha puesto nervioso ante un examen importante, ¿verdad?

Es bueno que les expliquemos que no deben tener un excesivo miedo al fracaso. El fracaso y la decepción son ingredientes que acompañan en mayor o menor medida a la vida de todo hombre. Por eso, nosotros, los padres, hemos de valorar más el esfuerzo y empeño puesto por nuestros hijos que el resultado de éste. Lo normal es que el resultado sea bueno si el esfuerzo ha sido grande, pero esta lógica no siempre se cumple en la vida, y hay que estar preparados para aceptar que alguna vez nos pueda ocurrir. Si un hijo nuestro se ha esforzado de veras por aprobar pero no lo ha conseguido, lo último que debe encontrar en nosotros es un reproche o una regañina.

Por tanto, expliquemos a nuestros hijos nuestras propias experiencias al respecto, y qué hicimos en su día para mitigar esa tensión nerviosa (tomarnos tilas, valeriana, hacer deporte, hacer técnicas de relajación, encomendarnos a nuestro Ángel de la guarda, rezar…).
Sólo en el caso de que la cosa adquiera unos tintes un tanto exagerados se puede acudir a algún especialista para que nos recete algún tipo de tratamiento. Pero esto, repetimos, es algo muy inusual.

Pablo Garrido

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