El sexo forma parte de una realidad magnífica y pletórica del ser humano. Está intrínsecamente unido al amor, a la familia y a la fidelidad entre hombre y mujer a través del matrimonio. Sin embargo, es preocupante cuando uno contempla el ambiente que nos rodea.
Y es que por más que se empeñen en lo contrario, da verdadera lástima esa gente que lo único que hace es matar su capacidad de amar. Porque se puede ser muy enamoradizo, pero la promiscuidad, la relación frecuente con diversas parejas vuelve caprichosas, frívolas, débiles y pasajeras todas las relaciones. Así no puede haber fidelidad, ni se puede formar una familia, ni se pueden asumir los sacrificios necesarios para aceptar los hijos.
Como consecuencia, los resultados no pueden ser más claros: divorcios más numerosos y frecuentes; la natalidad disminuye; crece la violencia de género; se propagan las enfermedades venéreas y el SIDA, sin que lo eviten los preservativos; se prostituyen las mujeres y hombres; se forman mafias; se multiplican los embarazos no deseados y los abortos. En fin, se animaliza y cosifica el ser humano.
Se habla de sexo seguro. En medicina, como en otras tantas facetas de la vida, no hay nada seguro, en todo caso será de bajo riesgo. Transmitir la idea de que el sexo con preservativo es seguro, aparte de falso, puede ser peligroso.
Confiemos en los nuevos conquistadores, esos jóvenes cada vez más numerosos que se posicionan contra el consumo de drogas y el aborto. Los que son capaces de levantar el vuelo y subir a las cumbres, esforzadamente, sin revolcarse en el cieno, sin pudrirse a cachos con los vicios de este siglo.
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