Darwin y la importancia de los museos

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Los museos  contribuyen de una forma fundamental a la promoción de la cultura y nos ayudan a comprender mejor el mundo. Sin embargo, en ocasiones, algunos museos específicos como por ejemplo en los de ciencias naturales, se puede inducir a ciertos errores de bulto en cuanto a la realidad de la evolución, a través de  ilustraciones verosímiles y atractivas o reconstrucciones plásticas  brillantes  realizadas por  profesionales capaces de conectar con el gran público pero, que por su deliberada simplificación, son poco científicas . Lo mismo está ocurriendo con determinados guiones televisivos o vídeos de divulgación general.

Todos tenemos en mente la secuencia clásica de la evolución humana en la que se nos presenta unos hipotéticos  seres en los que se produce un cambio paulatino y progresivo que los va asemejando al hombre, que de ciencia tienen poco pues dan por demostrada la existencia de todos los eslabones necesarios de esa cadena, cuando ese hecho es falso.

Hoy día sabemos que la teoría general de la evolución es un hecho contrastado y aceptado por la ciencia, que no debemos identificar en todos sus términos con el evolucionismo. Hoy, la molécula de ADN proporciona la prueba más convincente de la evolución biológica. El ADN de todos los seres vivos –de todos- está formado por el mismo alfabeto químico.

Darwin afirmó lo siguiente «Solo diré que la Evolución me parece compatible con la existencia de Dios.» (El origen… En prólogo a edición alemana). Sin embargo el darwinismo oficial ha traicionado a Darwin y convertido su hipótesis en la gran alternativa materialista a la creación divina. Como un nuevo giro copernicano, la exclusión de la causalidad de Dios sobre el mundo tiene una inmensa importancia cultural. Desde el principio los neodarwinistas  pusieron a trabajar a una pleyade de profesores, guionistas, ilustradores y diseñadores de museos que sirvieran a sus fines, utilizando como instrumento una divulgación simplista y en muchos casos acientífica,

Darwin fue un científico riguroso y un hombre ponderado, pero el darwinismo ha perdido ambas virtudes. Uno de los directores de Atapuerca afirma que “el descubrimiento más asombroso de la
humanidad es la evolución, y sin esta revelación no se puede entender nada del ser humano”. Si algunos darwinistas son grotescos, otros hacen gala de una arrogancia áspera. En 1959 se celebró en Chicago el centenario de El origen de las especies. Allí, Julian Huxley, el orador más aplaudido, declaró que “La Tierra no fue creada: evolucionó. Y lo mismo hicieron los animales y las plantas, al igual que el cuerpo del ser humano, la mente, el alma y el cerebro”.

Algo parecido dice hoy día Richard Dawkins, zoólogo de Oxford. Ninguno repara en que la creación parece necesaria para dar razón del ser mismo de los vivientes y de la existencia de sus leyes. Por eso, no sustituye a las causas naturales que estudia la Biología, ni se opone a ellas. Así lo entienden y exponen algunos de los evolucionistas más prestigiosos, como Francisco Ayala:

«Que una persona sea una criatura divina no es incompatible con el hecho de haber sido concebida en el seno de su madre y mantenerse y crecer por medio de alimentos. La evolución también puede ser considerada como un proceso natural a través del cual el Ser supremo trae las especies vivientes a la existencia de acuerdo con su plan.»

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