La Renta Básica Universal es viable económicamente a través de distintas reformas fiscales, impuestos a determinadas actividades o si se dispone de una fuente de ingresos que se pueda dedicar a eso, como ocurrió cuando se implantó en Alaska.
La cuantía de la renta es muy variable: desde los 5 dólares de la India, pasando por los 560 € de Finlandia, o la franja entre 462 y 1.015 € de la renta mínima vital para España. Evidentemente, encontrar los fondos será más difícil cuanto más elevada sea la renta. En España, una reforma fiscal que hiciera pagar más impuestos al 20% más rico de la población parece suficiente para financiar la medida. En concreto se podría financiar el 50% vía impuestos, un 30% se hace por los ahorros que supone (sobre todo en paro) y el 20% restante corresponde a la fiscalidad ambiental y digital.
En el capítulo sobre fiscalidad, el coste de la renta mínima es asumible con una reforma fiscal sin coste para el erario público. También se pueden combinar nuevas medidas fiscales, como la tributación de los robots, nuevos impuestos ambientales, y otras fuentes. Por tanto podemos decir que es una medida económicamente viable, lo que no está claro es que lo sea socialmente, o dicho de otra forma: que lo sea políticamente.
Por tanto, más allá de la viabilidad financiera de la implantación, el verdadero debate está en la viabilidad social. Proporcionar dinero a los ciudadanos de forma incondicional, es algo que revoluciona el actual modelo de sociedad. Evidentemente esto no tiene por qué ser malo, y si pensamos en el actual interés que atrae la renta mínima, es porque muchos analistas piensan que en el contexto actual, la implantación de una renta mínima puede ser positiva, o al menos, no están seguros de que fuese negativa en términos sociales.
Una cuestión importante, es el mercado laboral. Los analistas más pesimistas siempre han predicho que este cambio de mentalidad destruiría el mercado laboral.
El mercado laboral está sumido en una crisis profunda agudizad, como todos sabemos, por los efectos económicos del confinamiento. La mejor solución pasaría por repartir mejor el empleo, formarnos mejor y posibilitar el trabajo que no está remunerado (economía del cuidado).
En los experimentos de EEUU y Canadá,la renta básica supone una rebaja de en torno a un 13% en la fuerza de trabajo prestada por la familia, principalmente desde las fuentes de ingreso secundaria y terciarias. Significa que muchas familias no rechazarán una oferta de trabajo que supone su principal fuente de ingresos, pero si podrían reducir el tiempo dedicado al mismo. Esto permitía un mayor tiempo de escolarización, el desempeño de labores domésticas, una reducción del estrés y mejor salud.
Ha sido frecuente que ante los grandes cambios estructurales, los opositores invoquen el desastre económico. Ocurrió con la abolición de la esclavitud a finales del XIX, con la incorporación de la mujer al mercado laboral, con el abandono de las energías fósiles, y ahora con la Renta Básica. En todos estos casos, la sociedad ha sabido transformarse y mejorar gracias a las nuevas ideas.
Esta renta no es una idea nueva. En su artículo, Karl Widerquist (Profesor asociado de la universidad de Georgetown) nos habla de 3 olas en la renta básica, la actual sería la tercera. En efecto, las primeras experiencias se sitúan entre 1910 y 1940 (primera ola) después entre 1960 y 1970 (segunda ola) y la tercera sería desde el año 2010 a la actualidad.
La gran pregunta es: ¿qué diferencia la tercera ola de las demás?
A diferencia de las olas anteriores, la tercera ha agrupado mucho más activismo, que sigue creciendo. En 2008, los grupos afines de Alemania, Suiza y Austria organizaron conjuntamente la primera semana internacional de renta básica, que posteriormente ha crecido hasta convertirse en un evento mundial. La crisis financiera de 2008 y la posterior recesión provocó un nuevo clima: el foco sobre la pobreza, el desempleo y la desigualdad, proporcionaron un ambiente más propicio para el activismo. En 2010, dos ciudadanos consiguieron firmas para hacer una votación sobre la implementación de la renta básica en Suiza y la Unión Europea. Aunque las votaciones fracasaron, formaron una potente red de apoyo a nivel europeo y atrajeron la atención de los medios de comunicación.
La creciente sensibilidad ambiental está jugando también un papel impulsando medidas cercanas a la renta básica. Una medida popular es el impuesto al carbono, que grava cada tonelada emitida según el principio de «el que contamina paga» para luego repartir lo que se obtiene de este impuesto. El otro es «cap and dividend» que establece un límite de emisiones y reparte unos derechos con los cuales se puede comerciar repartiendo lo que se obtenga.
La principal característica de la tercera ola es que mientras que la primera y segunda se circunscribieron a EEUU, Canadá y Reino Unido, la tercera ola ha llegado a nivel mundial.