Defender la vida no es una ideología

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Artículo de Emilio Montero Herrero


El Tribunal Constitucional ha fallado contra el recurso de anticonstitucionalidad que algunos diputados interpusieron contra la ley del aborto hace más de una década.

En España el establecimiento del aborto ha ido progresando incesantemente, convirtiéndose en un pretendido derecho asumido por una fracción creciente de la población, en la medida en que nuevas leyes, cada vez más permisivas, han ido ablandando las conciencias y endureciendo los corazones. Y podemos preguntarnos: ¿Qué está pasando en nuestra sociedad actual?, ¿Cuánto valoramos la vida? En unos casos esa vida concebida molesta y se aborta, y en otros se pagan tratamientos costosos para conseguirla ¿Será que tiene un valor relativo?

Ya nadie puede dudar que el óvulo fecundado sea una vida. Es imposible negarlo, porque la ciencia constata el proceso vital continuo en el que, minuto a minuto, hora tras hora, dentro de él se van originando miles y miles de células nuevas dotadas de vida y creciendo, con las que se componen en un proceso dinámico e imparable los órganos de un cuerpo humano viviente.

La entonces ministra Bibiana Aído, declaró, al respecto, que el concebido era un ser vivo, pero no un ser humano. ¿Cómo se puede dudar que estemos ante una vida humana? En efecto, si el óvulo fecundado tiene vida y no es humana, ¿de qué otro tipo de vida se trata? No hay otra posibilidad, sino la de admitir que es una vida humana en un estadio inicial de desarrollo.

Cualquiera que vea una ecografía con el nivel de detalle que hoy ofrecen, o una filmación de lo que es realmente un aborto, nunca puede concluir que eso está bien, pues lo que se observa claramente es que se está eliminando una vida humana. Es imposible escuchar el latido del feto y defender racionalmente que acabar con él está bien.

Robert P. George, miembro del Consejo de Bioética de Estados Unidos, y Christopher Tollefsen, sostienen que el estatus de ser humano tiene su inicio en el momento de la concepción. Un embrión humano es un miembro vivo de la especie humana incluso en sus primeros momentos de desarrollo. No es ningún otro tipo de organismo animal, ni un cúmulo de células que más tarde sufrirá una transformación radical.

Sostienen que hay tres puntos clave a tener en cuenta respecto al embrión: es distinto de cualquier otra célula de la madre o del padre; en su componente genético, es humano; y es un organismo completo, aunque inmaduro, y a no ser que la enfermedad o la violencia se lo impidan, se desarrollará hasta su etapa madura de ser humano. Vive dentro y del cuerpo de la mujer pero no es parte de él.

En España más de 500 científicos, profesores e intelectuales de distintas ramas de la biomedicina, de las humanidades y las ciencias sociales, en la llamada “Declaración de Madrid”, se posicionó, “con datos científicos”, contra esta nueva ley que permitirá el aborto libre durante las primeras 14 semanas de gestación. Afirman que suscriben el manifiesto “en defensa de la vida humana en su etapa inicial, embrionaria y fetal, y que rechazan “su instrumentalización al servicio de lucrativos intereses económicos o ideológicos”.

La Declaración Universal de Derechos Humanos dice en su artículo 3 que “todo individuo tiene derecho a la vida, y nuestra constitución en su artículo 15 dice “todos tienen derecho a la vida”
Oponerse a la destrucción de vida humana en sus etapas iniciales no tiene que ver con principios religiosos, ni con creer que la vida está revestida de un alma. La razón filosófica es suficiente para guiarnos en la determinación de lo que es lícito hacer con los embriones humanos.

Es muy llamativo en nuestra época el respeto exquisito hacia la vida y la dignidad humana, y que se esté en contra de la pena de muerte, el cautiverio y la tortura, como no puede ser de otra forma, procedimientos habituales de las sociedades humanas a lo largo de la historia, y que sin embargo, ahora, cuando la conciencia se ha revuelto contra tales atrocidades en nombre de la dignidad y la compasión, se haya producido el deslizamiento de la valoración de la vida humana al que asiste nuestra sociedad, como es el caso del aborto.

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