«Deporte sobrenatural»

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La lucha del ser humano por ser mejor persona cada día es como un deporte. El deporte se entiende muchas veces como ejercicio para mantener la buena forma física, a base de esfuerzo. También hemos de luchar por  mejorar nuestra «buena forma» espiritual. Hoy observamos la cantidad de sacrificios a los que se someten de buena o de mala gana, muchos y muchas, por cuidar el cuerpo, por defender la salud, por conseguir la estimación ajena. Ese mismo empeño debe tener, día a día, toda persona que pretenda cambiar un poco la sociedad, empezando por cambiar su corazón.

Es lógico que haya que esforzarse porque hay una resistencia interior. También el deporte físico puede ser costoso, pero es precisamente el esfuerzo lo que necesita el cuerpo para fortalecerse. No menos empeño ha de poner cualquier persona,  en el ejercicio de las virtudes que le hacen de él un buen instrumento para influir positivamente en el entorno que le rodea. 

Algunas veces el ejercicio deportivo se realiza no sólo para mantener la buena forma sino como entrenamiento para participar en una competición. El buen deportista no lucha para alcanzar una sola victoria, y al primer intento. Se prepara, se entrena durante mucho tiempo, con confianza y serenidad: prueba una y otra vez y, aunque al principio no triunfe, insiste tenazmente, hasta superar el obstáculo.

Luchar es ya amar,  pues se intenta la  mejora  de uno mismo para después hacer el bien a los demás. Acabamos de aludir a que quienes participan en competiciones, ganan unas veces y otras pierden. Tampoco la lucha por la mejora personal es un paseo triunfal: hay victorias y fracasos. Es inevitable que, caminando, levantemos polvo . Pero los atletas no abandonan todo por una derrota; al contrario, muchas veces les sirve de estímulo. Lo que importa es no desistir.

En el camino de la mejora personal, se puede a veces tener la impresión de que, en lugar de avanzar, se retrocede; de que, en vez de mejorar, se empeora. Mientras haya lucha interior, ese pensamiento pesimista es sólo una falsa ilusión, un engaño, que conviene rechazar.

Además de los motivos de salud, forma física, competición, etc., que pueda haber, el deporte se practica a menudo como diversión. También la lucha interior tiene esa dimensión y ese tono de juego. Es como el esfuerzo de un niño para hacer bien las cosas delante de un padre, de su padre Dios,  al que se le enternece el corazón, conocedor de nuestra flaqueza, pensando: pobre chico, ¡qué esfuerzos hace para portarse bien! 

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