Desde la prehistoria, el ser humano ha buscado la belleza y la trascendencia a través del arte

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“La humanidad puede vivir sin ciencia, puede vivir sin pan, pero sin la belleza no podría vivir más, porque no habría nada que hacer en el mundo. Todo el secreto está aquí, toda la historia está aquí”. Dostoyevski, 1872 (1984)    Esta cita del genial novelista ruso puede servir para introducirnos en la reflexión sobre el verdadero valor de la belleza. Dediquemos unos minutos a leerla detenidamente. ¿Es tan importante la belleza en nuestra vida? La belleza aparece constantemente a nuestro alrededor, la asumimos con naturalidad, sin darnos cuenta, como algo inherente al mundo en el que vivimos, al ser humano y a sus creaciones pero ¿qué es la belleza?

El concepto de belleza ha sido interpretado de diferentes maneras a lo largo de la historia. Cada época, con su correspondiente corriente artística, nos ha expuesto su particular visión de la belleza, relacionada íntimamente con la cultura reinante y, en muchas ocasiones, con interpretaciones radicalmente contrarias a las del periodo inmediatamente anterior.

Aunque lo más conocido para nosotros son las corrientes artísticas occidentales, hemos de mostrar nuestra admiración por el arte oriental y africano, tan diferente en principio al nuestro pero que ha sido también capaz de crear enorme belleza. Un ejemplo muy claro de esto lo tenemos en las once iglesias talladas en roca construidas en el siglo XII por el rey etíope Gebre Mesqel Lalibela. Según la tradición, Lalibela intenta construir una nueva Jerusalén como capital de su reino tras conocer la noticia de la caída de la verdadera Jerusalén en manos de los musulmanes.

Pero el arte y la belleza ha sido creada por el hombre desde la prehistoria. Antes de que pudiéramos contar con fuentes escritas que nos describiesen la vida y desarrollo de cada civilización, existió un extenso periodo del que sólo podemos sacar conclusiones por medio de exiguos restos humanos, utensilios y en algunos casos, pinturas. Este comienzo de la cultura y el arte humano se pierde en un tiempo en que el hombre se hallaba limitado por sus propias fuerzas para enfrentarse a los enormes peligros y dificultades de su mundo. En ese periodo, muy lentamente fue aprendiendo a defenderse de la naturaleza y servirse de ella.

La prehistoria a su vez se divide en diferentes etapas en función de los materiales en que estaban fabricados los utensilios. Podríamos realizar una clasificación en dos grandes edades: La Edad de Piedra, que a su vez se subdivide en el Paleolítico (300.000 a.C-10.000 a.C.) que etimológicamente significa piedra antigua y en la que la caza es el sistema predominante de subsistencia. El Neolítico (10.000 a.C.-4.500 a.C.) que significa piedra nueva, es un periodo en el cual aparece la ganadería y la agricultura.   La Edad de los Metales, que a su vez se subdivide en la Edad del Bronce (4.500 a.C-1.000 a.C.) y la Edad del Hierro (1.000 a.C-350 a.C.).

El hombre cada vez demanda más elementos fuertes y resistentes que les permita una mejor confección de sus utensilios y armas, para ello hizo uso de los metales. En este periodo  se desarrollan la ganadería y la agricultura.  Gracias a la investigación realizada en la Sima de los Huesos de Atapuerca (Burgos), fechada en el Paleolítico más lejano, se ha demostrado que ya en esa época tan remota el hombre poseía un sentido religioso o transcendental.   “Lo particular de este sitio además de la gran acumulación de fósiles, es que se hallaron cadáveres completos y no huesos aislados tanto en el caso de los animales como en el de los humanos. Lo más curioso de todo esto es explicar cómo se encontraron allí estos treinta y tantos cadáveres. Se trataría nada menos que de una acumulación intencional de cadáveres, demostrado esto, tendríamos ante nosotros la más antigua evidencia de práctica funeraria, podría ser que este lugar fuese especial para ellos y por eso elegido para depositar los cadáveres de su gente.

Todos los datos indican pues que la búsqueda de la trascendencia ha sido inherente al hombre de todos los tiempos.  Denominaremos arte rupestre al hallado en cuevas y grutas, donde destaca la conocida como la Capilla Sixtina del Paleolítico: La Cueva de Altamira (Cantabria).  En sus pinturas vemos ya con que gran sensibilidad y belleza trabajan los artistas prehistóricos, incluso aprovechan las protuberancias en la piedra para conferir a sus representaciones el efecto de tridimensionalidad.  Existen diversas teorías que intentan explicar el significado de este tipo de pinturas, la más difundida es la que defiende que su función es la de propiciar una futura caza, pero es extraño constatar que los animales que con más frecuencia aparecen representados no fueran los más habituales en su dieta, ni que tampoco aparezcan imágenes de plantas y semillas que son una parte fundamental de su alimentación. Por esta razón, algunos autores se inclinan más por asociarlos con un significado religioso o con una forma de transmitir ritos y leyendas.

También se ha encontrado arte con forma de objetos rituales decorados, adornos personales y pequeñas esculturas de animales o de mujeres como la conocida Venus de Willendorf o la de Laussel.  Algunos estudiosos sugieren que en estas estatuillas,  su corpulencia representa un estatus social alto en una sociedad cazadora y recolectora, que transmite la idea de seguridad y bienestar. Es bastante obvia también la referencia a la fertilidad.  Si hablamos de arquitectura prehistórica, sin duda los restos del monumento megalítico de Stonehenge, fechados aproximadamente sobre el 2700 a.C., sean los restos más impresionantes en cuanto su construcción y forma. Se desconoce la finalidad de esta construcción, algunos investigadores suponen que servía como templo religioso, monumento funerario e incluso existen hipótesis que defienden su uso como observatorio astronómico para predecir las estaciones. 

Esta última explicación se basa en que durante el solsticio de verano, los rayos del Sol atraviesan justamente por el eje principal del monumento, lo que hace pensar que tenían algunos conocimientos sobre astronomía. Asimismo, en Stonehenge, se han encontrado alrededor de unos 300 enterramientos datados entre el 3.000 y el 2.200 a.C. Debido al escaso número de enterramientos en relación con la franja de tiempo abarcada, se supone que debía ser un cementerio destinado para algún grupo específico de personas a las que se les daba ese honor.   Ya en la Edad de los Metales podemos encontrarnos con edificios más elaborados, técnica y estructuralmente, como las Taulas y Talayots de Baleares. Las Taulas y los santuarios talayóticos, junto con los grandes templos megalíticos de Malta están considerados como los grandes santuarios de la Prehistoria.

Aunque, como acabamos de ver, la prehistoria es una época de la que tenemos muy escasos datos y cuyos hallazgos únicamente pueden derivar en suposiciones y teorías que no podemos probar completamente, hay algunos hechos evidentes como la presencia de enterramientos, los adornos personales, las construcciones o el nacimiento de la pintura que nos hacen pensar en seres humanos con las mismas inquietudes que los actuales, que viven no sólo como animales que sobreviven en un medio hostil, sino como seres que aman a sus semejantes y los entierran esperando una vida más allá de la muerte, que buscan la belleza a través del adorno, que construyen monumentos cuya funcionalidad no es meramente práctica sino que trascienden su propio uso, que miran a las estrellas preguntándose los significados de la vida… En definitiva, nos induce a pensar que el arte, la búsqueda de la belleza y de la trascendencia es algo que nos ha acompañado desde el inicio de los tiempos.

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