Los meses de vacaciones de niños y jóvenes de las familias, es tiempo que han de cuidar, especialmente las madres, para que sus nervios no se “disparen” más veces de las convenientes ni lo hagan con mayor virulencia de lo que sería de desear. Está comprobado que ambas cosas suelen ocurrir y que en la mayor parte de los casos se deben a la misma causa: el desorden de los hijos.
Es normal que al acabar el curso, acaben también los horarios rígidos y las tareas concretas que estuvieron realizando durante meses. Consecuencia: los muchachos comienzan a vivir sus días… sin prisas. No tienen prisa para levantarse, especialmente los mayores y los que comienzan a serlo, tampoco para tomar un libro aunque sea para su simple lectura y menos aún para echar una mano en casa. ¿Qué hacer para lograr el sosiego familiar y conseguir el orden, también material, imprescindible?
El comienzo de las vacaciones coincide este año con el “Mundial de futbol”. “Menos mal, – pensarán algunas madres -, al menos estarán “aparcados” unas cuantas horas ante el televisor”. Sí, pero es poco. De ese Mundial, de los equipos y de los futbolistas, los mayores, sin estar tanto tiempo ante la tele, podemos aprender cosas para trasladarlas a nuestra familia.
Aunque los equipos pasen varios días sin competir, sus jugadores tienen un horario que todos respetan y distintas actividades que lo ocupan. Saben jugar, pero no dejan de entrenar tácticas y ensayar jugadas. No abandonan el ejercicio físico para no perder forma y, sobre todo, la autoridad del “míster” es indiscutible. Pues eso.
El desorden, también el doméstico, suele ser consecuencia de lo contrario, de faltas: faltas de un horario, de actividades concretas, de autoridad que los establezca y de responsabilidad para que cada uno cúmplalas obligaciones que le competen, de las que, con frecuencia, nos escaqueamos por sobra: de excusas y justificaciones. Sin olvidar que también produce desorden la sobra, el exceso, de cachivaches innecesarios.