En el ámbito del conocimiento y del estudio, el interés es un impulso muy poderoso que mueve la actividad intelectual de las personas. Es comparable en lo fisiológico al hambre y la sed, que necesitan ser saciados; de similar manera, el interés es el motor del conocimiento: quien tiene una sana curiosidad e interés por conocer algo, no descansa hasta ver que conoce y domina dicho asunto.
Desde la familia debemos hacer el esfuerzo de fomentar la curiosidad de nuestros hijos, y de ampliar en la medida de lo posible su abanico de intereses. Si no lo hacemos desde que son muy pequeños, lo normal será que, cuando se vean con doce años solo tengan interés por los videojuegos, las redes sociales y la televisión.
Estos no son malos de por sí, pero sí que lo son cuando polarizan la atención y el interés de nuestros hijos y acaban acaparando su existencia.
Una persona que se mueve solo dentro de ese estrecho ámbito de intereses lleva una vida sumamente pobre y superficial, y les puedo asegurar que ese perfil de personas abunda bastante hoy en día. Es cada vez más habitual encontrarse en las aulas a alumnos que “desconectan” en cuanto escuchan algo que no entre dentro de ese minúsculo y pobre mundo de intereses en el que se mueve su insulsa existencia.
Los intereses y la curiosidad enriquecen a las personas y hacen que su atención esté abierta al mundo y no únicamente a un reducido sector de él. Por eso, desde que nuestros hijos son muy pequeños, debemos procurar que vivan en un ambiente muy estimulado, en el que tengan un gran número de incentivos, vivencias y experiencias de tipo cultural y formativo.
Y, ¿de qué modo podemos los padres fomentar intereses en nuestros hijos? Sin duda, lo primero de todo es que nosotros los tengamos también. No olvidemos que los hijos aprenden de nosotros: les aseguro que conozco a muchas alumnas que me dicen que se pasan la tarde viendo con su madre las telenovelas. A esas alumnas es prácticamente imposible plantearles que se interesen por algún tema importante: sencillamente su atención no se detendrá en dicho asunto, al estar muy lejos de sus intereses y vivencias cotidianos. Y es que hay mucha gente que vive dentro de un mundo de una superficialidad irritante, de la que no es fácil sacarlos. Sus intereses y su atención sólo se centran en cosas intrascendentes, como las modas, la música, los cotilleos, el ocio, la diversión, los móviles, etc. Sin duda, nosotros queremos algo mejor para nuestros hijos, ¿verdad?
Pues para ello, es necesario que fomentemos intereses en ellos, y que procuremos que sean unos chicos despiertos al mundo y llenos de una sana curiosidad por todo lo que les rodea. Los medios para ello están a nuestro alcance, pues no son muy costosos:
Por ejemplo, cuando son muy pequeños y empiezan a hablar, les podemos ir señalando objetos que haya en la casa y diciéndoles cómo se llaman; cuando salimos a la calle con ellos, hemos de aprovechar esos pequeños paseos para que se conviertan en un aprendizaje lúdico, en el que les vayamos explicando a su nivel cómo se llaman las diferentes cosas que nos salen al paso, bien sean plantas, flores, tiendas, etc. Y, recordemos que los padres, al enseñar este tipo de cosas a los hijos, no tenemos que “examinarles” ni regañarles si vemos que no se las saben….
También es muy bueno que les familiaricemos con los libros muchos años antes de que sean capaces de leerlos ellos mismos. Para ello, hay que leerles muchos cuentos y hacerles ver que el tiempo que se comparte con los libros es un momento gozoso en el que aprendemos cosas al tiempo que disfrutamos. Cuando sean un poco más mayores, ya con cuatro años (o incluso antes), podemos llevarlos a la biblioteca pública más cercana, donde ellos mismos podrán coger libros y ojearlos. A medida que vayan creciendo harán haciendo visibles cuáles son sus intereses, pero, para ello, es bueno que tengan acceso a libros que les hablen de todos los temas posibles (piratas, dinosaurios, felinos, animales domésticos, inventos, etc.).
Es muy importante asimismo que nos apoyemos en los medios audiovisuales como potenciadores de la atención y del interés de nuestros hijos: podemos recurrir a videos de dibujos animados para enseñarles inglés o bien a CDR educativos de los que tanta oferta hay en el mercado y que abordan todos los campos del saber (la historia, las matemáticas, los idiomas, la religión, etc.). Con este tipo de materiales se aprende de una manera muy lúdica. Este tipo de materiales son muy útiles en todas las edades. Me viene a la memoria ahora un plan de acción que contó recientemente una familia en la escuela de padres. Contaban, en efecto, cómo estaban utilizando DVD culturales para verlos en familia con sus hijos adolescentes. Y contaban cómo a sus hijos y también a ellos les estaban maravillando unos videos que estaban viendo relativos al increíble funcionamiento del cuerpo humano.
La cultura también se la podemos hacer llegar llevándoles a visitar museos y exposiciones, o aprovechando los viajes y excursiones que hagamos para visitar juntos los lugares más emblemáticos de nuestra geografía. Un niño, aunque sea pequeño, tiene que aprender a apreciar la belleza y el interés cultural que hay en una iglesia románica, en una catedral gótica o en un hermoso parque natural.
Es muy amplio el abanico de intereses que pueden tenerse. Y es también muy importante que cada uno de nuestros hijos tenga algún hobby o afición a la que dedique una parte de su tiempo libre, bien sea la música, el coleccionismo, los Warhammer, algún deporte… Busquemos el punto fuerte de nuestros hijos y tratemos de potenciar su interés por alguna actividad. Les haremos mucho bien.
El niño por naturaleza es curioso y está abierto a conocer y a descubrir todo aquello que suponga una novedad para él. Especialmente visible es ello en el caso de los niños de Primaria, a los que es tan sencillo motivar y que están siempre abiertos a cualquier iniciativa y aprendizaje que se les proponga. Un niño normal de ocho o nueve años tiene que venir contento a casa contando las cosas nuevas que ha aprendido en el colegio ese día. Este interés debemos potenciarlo y procurar que lo mantenga vivo a lo largo de toda su vida, a fin de que no se conviertan en personas pasivas e insustanciales, cuya atención solo se centra en cosas que, sinceramente, no merecen demasiado la pena.
Muchas veces se tacha a los adolescentes de pasivos y desinteresados ante los problemas del mundo que les rodea, pero eso no es verdad: pensamos que una persona adolescente a la que se ha estimulado desde muy pequeña, y en la que se han sembrado múltiples intereses de todo tipo no tiene por qué ser así.
Hemos de hacer partícipes a nuestros hijos de la conciencia de que vivimos en mundo sencillamente asombroso. Una persona que abre los ojos al mundo tiene que quedarse asombrado ante la maravilla de la creación.
Hace ya muchos siglos señalaba Aristóteles que el asombro ante el mundo es el motor que impulsa al hombre a intentar conocer y, por tanto, a la sabiduría. Claro que, por desgracia, hay mucha gente que no percibe esta grandeza, y acaba centrando su atención y su interés en cosas que no se lo merecen demasiado.