Nos parece que estamos ante un aspecto de suma importancia. De hecho, una de las cosas que más se critica de un amplio sector de la juventud española es precisamente el de la apatía y el desinterés que muestran hacia todo aquello que no sea el ocio y la diversión. Es bien cierto, y las estadísticas así lo dicen, que hay un importante porcentaje de la juventud actual que carece de hobbies y aficiones y que siente un escasísimo interés por todo lo que esté relacionado con el saber, la cultura, la religión o la política, y éste es uno de los problemas con los que nos encontramos los profesores que tenemos que dar clase a diario a adolescentes.
Hemos oído hasta la saciedad la idea de que “educar hoy es diferente”, y sabemos que es cierto. Y, sin duda, uno de los factores que con más fuerza contribuyen a que la sociedad sea diferente es el enorme desarrollo que han experimentado, por una parte, el bienestar material, y por otra parte, la tecnología.
El bienestar, tan necesario y positivo, tiene una doble cara: fomenta el hedonismo, el materialismo y el consumismo y no favorece demasiado el esfuerzo y el espíritu de sacrificio, tan necesarios en la vida. De ahí que, actualmente, nos encontremos con una generación de jóvenes que tienen casi de todo, y que lo han conseguido sin esfuerzo personal.
Son jóvenes que viven instalados en un bienestar material que ellos no han luchado por conseguir: han heredado una prosperidad que consideran natural en su vida. Son jóvenes que han establecido la diversión y el “disfrute” de la vida como el valor de referencia más importante en su existencia.
En palabras de J. Díez Nicolás, catedrático de Sociología de la U. Complutense, vivimos en “la sociedad de la diversión”, en la que se ha producido “una maximización del bienestar y una pérdida del concepto de autoridad, que hace que queramos tenerlo todo y ser el centro de todo. Para los jóvenes españoles de hoy, el ocio está por encima del trabajo en su escala de valores, y la política y la religión son los temas que menos les interesan”.
Javier Elzo, catedrático de Sociología de la U. de Deusto, ha elaborado un interesantísimo estudio sobre la evolución que han experimentado en los diez últimos años los valores que mueven la vida de los jóvenes. Destaca que, en este período de tiempo, se ha reducido a la mitad su preocupación por las drogas, la violencia, el SIDA, el medio ambiente o la pobreza. En este mismo estudio, se constata que son los propios jóvenes españoles de hoy quienes reconocen que son más egoístas y consumistas, y que tienen menos sentido del deber y del sacrificio. Y, por último, señalemos que los dos únicos valores que han aumentado en su apreciación como importantes para su vida son … (¿a que no lo adivinan?) la diversión y la vida sexual satisfactoria.
En este contexto, el ocio se ha convertido en algo muy importante para un amplio sector de la juventud actual, fomentado por una cada vez más poderosa industria del ocio que hace su agosto con ellos, ofreciéndoles precisamente lo que menos necesitan. Me parece que, en cierta medida, tenemos hoy en día a cada vez más jóvenes sencillamente intoxicados por una “sobredosis de ocio” mal entendido y mal enfocado, que en nada les ayuda a ser mejores personas.
¿Cuáles son los valores, los referentes y los intereses de nuestros hijos? Tengamos en cuenta que los principios de la cultura light están presentes en todos los estratos sociales y, además, están potenciados desde muchos medios de comunicación.
La superficialidad y la frivolidad se han instalado en la mentalidad y en la actitud ante la vida de cada vez más personas. Uno de los indicadores más claros que lo demuestran es la falta de espíritu de compromiso, cosa necesaria, por ejemplo, para afrontar con seriedad la vida afectiva: sinceramente, ya no es muy frecuente ver a una persona de veintitantos años que tenga la ilusión de entregarse por entero y de por vida a otra. Las relaciones que se entablan son fugaces, efímeras y superficiales, basadas en el mero sentirse a gusto mientras dure…
Por eso es muy necesario que nos planteemos si nuestros hijos tienen interés por cosas que merecen la pena o si se están contagiando por la superficialidad del ambiente.
– ¿Qué cosas les gustan?
– ¿Qué cosas les ilusionan?
– ¿Qué cosas les interesan?
– ¿Quiénes son sus ídolos y sus puntos de referencia?
– ¿Qué les gustaría ser de mayores?
Estas preguntas es importante que tratemos de hacérnoslas. Evidentemente, no da igual que un hijo nuestro de catorce años tenga el deseo de ser de mayor millonario, o que una hija nuestra tenga por ídolo a Lady Gaga o a Hanna Montana. Tampoco es nada malo que así sea, pues pueden ser cosas de la edad y de la falta de madurez, pero no cabe duda de que hemos de procurar que tengan unos referentes más positivos. Sin duda, hemos de intentar apuntar más alto, ¿no les parece?