Con la llegada del mes diciembre todos adquirimos plena conciencia de que se precipita el fin de año. Pero antes de terminar “el día del voluntariado” nos invita a reflexionar y caer en la cuenta de nuestro ser social con todas sus consecuencias.
Así, cada vez que ocurre una catástrofe, más personas nos sentimos implicados en contribuir a su solución; más sentimos ganas de echar a correr, si no fuera por la distancia, para contribuir con nuestro esfuerzo a una ayuda de emergencia; no dudamos en cooperar, en la medida de nuestras posibilidades, en la adquisición de equipos o medios que contribuyan a paliar situaciones graves en cualquier rincón del mundo… o nos afecta cada vez más enterarnos de que seres desvalidos sufren las consecuencias de la desaprensión o el egoísmo.
Sin embargo tenemos que entender que el camino de la solidaridad es algo más y que para que lo sea de verdad se ha de recorrer otro un poquito más largo. No es poca cosa que nos sintamos tocados en nuestro corazón, cuando tenemos noticia de un acontecimiento duro e imprevisto. Esto es solidaridad ¡qué duda cabe! Pero solidaridad es más. Solidaridad es, especialmente, atención, preocupación, interés por quienes están a nuestro alrededor.
El Príncipe de Asturias en las VII Jornadas Universitarias de Voluntariado Social, decía que solidaridad es “estar pendiente del que está a nuestro lado, saber respetar de la manera más noble posible los derechos de la persona humana y considerar a los que nos rodean como compañeros de la gran aventura del vivir humano”. Ése estar pendiente al que D. Felipe hacía referencia, supone en primer lugar “estar atentos” a estos aspectos en nuestro entorno, no por curiosidad sino para ayudar.
Cuando nos convencemos de que somos capaces de hacer un poco más felices a los demás y queremos realizar esta preciosa tarea, es cuando nos hemos convertido en VOLUNTARIOS….. “en potencia”. Lo somos de verdad, nos convertimos en Voluntarios activos, cuando nos unimos a otras personas, voluntarias también, para trabajar con eficacia en una tarea concreta en beneficio de los demás.
Es el VOLUNTARIADO que llamamos SOCIAL porque se realiza junto a otras personas en beneficio de un grupo que, por tener algún tipo de discapacidad o necesidad, estaría condenado, – de no darse esta intervención -, a ser excluido de la sociedad a la que, con derecho, pertenece por su condición de persona.
Ser Voluntario eficaz, exige ausencia de individualismos, destierro de todo tipo de estrellato o apetencia de relumbrar y constancia, además de la generosidad que se supone. A un voluntario sólo se le pide lo que puede dar, – que generalmente es tiempo -, y eficacia. Se es eficaz: haciendo aquello que – quienes entienden, organizan y dirigen -, determinan, tratando de aprender un poco cada día en la tarea encomendada para, cada vez, realizarla mejor.
En definitiva: ser Voluntario es poner en juego dos palabras: poder y querer. El resto viene solo a las manos: el saber cómo hacer, dónde hacer, a quién hacer, ya que cada Asociación, ONG o como quiera que se denomine, antes de poner a sus Voluntarios delante de situaciones en las que tiene que intervenir, les enseña para que no tengan dificultades en la actividad.
Voluntario puede ser cualquiera… No hay límites de edad. En tanto podamos y queramos siempre habrá personas necesitadas esperando nuestra ayuda, aunque no sea más que en forma de sonrisa.