Unas 39.000 toneladas de ropa sin vender terminan en el vertedero del desierto de Atacama en Chile. Tejidos en cuya fabricación se emplearon químicos, agua y energía, tienen a primera vista una única salida: podrirse a la intemperie y contaminar la naturaleza, lo que refuerza la idea de que la industria de la moda es culpable de buena parte del deterioro ambiental. Por fortuna, van apareciendo proyectos ecológicos que buscan generar alternativas sostenibles. Uno de estos es Ecocitex.
En 2018 Rosario Hevia, una emprendedora chilena, comenzó a montar un mercadillo donde vendía ropa de niños que todavía estaba en buen estado, para así evitar un consumo mayor de textiles en su comunidad. La iniciativa fue bien recibida, por lo que más personas se unieron a este proyecto, llamado Traviesos, y las donaciones de ropa aumentaron.
Sin embargo, surgió un problema con todas las prendas que se encontraban en mal estado: no tenían salida. Hevia inició entonces un nuevo emprendimiento junto con una compañera y su padre. En 2020 compraron una hilandería antigua con el objetivo de convertir en hilos reciclados toda aquella ropa que no podía venderse o donarse a personas necesitadas. De esta forma nació Ecocitex.
La obtención del hilo de ropa reciclada es todo un proceso. En primer lugar se deben clasificar las piezas por color. Seguidamente se cortan en trozos pequeños, para luego desmenuzarlos; más adelante se “peinan” y se ordenan las fibras para convertirlas en una pieza de tela extensa, y por último se lleva a cabo el hilado, por medio de una maquinaria especial. Según la empresaria, durante este procedimiento no se utiliza agua, a diferencia del proceso habitual para producir textiles.
Con estas acciones, Ecocitex se inscribe en el modelo de la economía circular, en el marco del cual se busca poder reutilizar los productos que ya no se comercian en el mercado para darles una nueva vida útil. De esta forma, industrias contaminantes, como la de la moda, pueden tomar un nuevo camino para intentar reducir el vertido de desechos.
La circularidad es la clave
En 2019 los países de la UE firmaron: el Pacto Verde Europeo, el cual busca transformar la economía para lograr que las industrias sean más amigables con el medio ambiente. Una de las soluciones que contempla es la economía circular.
Según el Parlamento Europeo, este “modelo de producción y consumo implica compartir, alquilar, reutilizar, reparar, renovar y reciclar materiales y productos existentes todas las veces que sea posible, para crear un valor añadido. De esta forma, el ciclo de vida de los productos se extiende”.
Estos modelos de negocio tienen el potencial de crecer del actual 3,5% del mercado mundial de la moda al 23%
Por su parte, la ONU cita estudios recientes que muestran que la adopción de la iniciativa circular podría generar 4,8 millones de puestos de trabajo en América Latina y el Caribe, y de igual modo crearía otros 700.000 en Europa.
La pregunta es cómo puede este modelo económico ayudar a la industria textil. Dado que esta es una de las que genera más contaminación (el Parlamento Europeo calcula que es responsable del 20% de los residuos en el agua y del 10% de la emisión global de carbono), se considera que la economía circular podría ayudar a reducir esa huella, al potenciar el reciclaje de materiales y la reutilización de prendas.
De la usabilidad a la sostenibilidad
Una iniciativa que casa con la economía circular consiste en el alquiler de armario: las tiendas online suministran las piezas de ropa por un tiempo determinado y los clientes pagan un precio menor al de compra. H&M, la cadena de ropa sueca, ha implementado este sistema en sus tiendas en Estocolmo: los estilistas de la marca asesoran a los clientes, les sugieren tres prendas para su armario, y estos las pueden alquilar por una semana.
Asimismo, grandes compañías de la moda, en aplicación del llamado “Fashion Pact”, han puesto en práctica iniciativas relacionadas con el modelo circular. Inditex ha desarrollado la iniciativa “Recoger, Reusar, Reciclar”. El mecanismo es sencillo: se recoge la ropa que los clientes ya no utilizan, se dona la que está en buen estado a organizaciones sin fines de lucro, y por último se fabrican tejidos a partir de materiales reciclados.
Iniciativas como esas tienen futuro, según la fundación Ellen Macarthur, que las ha apoyado con el objetivo de fomentarlo en todo el sector. La organización asegura que estos modelos de negocio “tienen el potencial de crecer del 3,5% del mercado mundial de la moda actual al 23% para 2030, con lo que se convertirán en una industria de 700.000 millones de dólares, a la vez que incrementarán el ahorro de recursos naturales, derivado de una mayor frecuencia de uso de la ropa y una reducción de la producción”.
Al final, si se llegan a expandir las iniciativas de este corte, ello implicará un avance para la moda sostenible. Y muchos, incluyendo el desierto de Atacama, lo agradecerán.