Hoy todo el mundo habla de bienestar digital . Los grandes protagonistas de la construcción del ecosistema tecnológico —Google, Facebook, Twitter e Instagram— han tenido que incorporar esta expresión en su vocabulario a marchas forzadas. ¿Por qué? . Hoy día muchos menores de edad deambulan enganchados al teléfono móvil. Hasta ahora estos gigantes han entrado en el juego del salvaje oeste digital como vaqueros sin escrúpulos. Pero todo tiene consecuencias.
Tanto Google como Apple han lanzado en la actualización más reciente de sus sistemas operativos. «La tecnología debería mejorar la vida, no los distritos de ella» es el eslogan de Google para presentar las novedades centradas en el servicio de una forma más controlada. Con este fin se han añadido en sus ajustes la posibilidad de monitorizar la utilización del dispositivo y los datos en el tiempo que le dedicamos a las diferentes aplicaciones y redes sociales. Además, han incorporado funciones para facilitar la supervisión de los móviles de sus hijos.
¿Realmente están tomando conciencia las grandes compañías que el mal que ellos mismos han creado puede convertise en un problema?, ¿Por qué implantar estas iniciativas cuando su modelo de negocio se beneficia de las horas que pasamos con sus aplicaciones? ¿Son suficientes estas medidas? ¿Se trata de una maniobra para el problema del fondo: la colonización ideológica? Mediante algoritmos, estas plataformas organizan la información según los criterios ópticos, tanto como los sistemas de control nacionales, y la situación de los menores, mucho más vulnerables. Desafortunadamente, esos algoritmos encierran la capacidad invisible de trabajar en la sociedad y escala planetaria.
La tecnología no es neutral; Internet no está evolucionando al azar. Bien lo sabe Tristan Harris , ingeniero informático norteamericano que a lo largo de tres años desempeñó ese papel en Google: «Imagínense entrando en una sala de control con cien personas encorvadas en un escritorio con pequeños diales, donde se moldea los pensamientos y los sentimientos de un billón de personas. Esto puede ser una ciencia ficción, pero hoy se cumple. Lo sé porque yo mismo solía estar en una de esas salas de control ». Con su testimonio como experto en técnicas de persuasión para captar la atención de la gente, abre el debate sobre el diseño ético de los productos.
La información es demasiado importante para que se convierta en un terreno sin ley. Por eso el concepto bienestar digital debe incluir también la protección de los ciudadanos ante posibles imposiciones de ideas de manera inopinada. «Lo que comenzó como una carrera para monetizar nuestra atención está ahora erosionando los pilares de nuestra sociedad: salud mental, democracia, relaciones sociales y nuestros hijos», indica Harris .
La calidad de la información que recibimos en nuestros dispositivos, el respeto a la libertad de los consumidores y la protección de los menores son cruciales. Y aquí reside el desafío que estas empresas necesitarán afrontar. Por el momento, llevan más de dos décadas —¡Google ya ha cumplido veinte años!— campando a sus anchas por el ecosistema digital sin normas que amparen a los usuarios de su poder omnímodo.
El verdadero bienestar digital debe basarse en un uso equilibrado de los dispositivos, como dice el CEO de Google, Sundar Pichai , «ayudar a los usuarios a mantener bajo control sus hábitos tecnológicos» -, pero sobre todo en la defensa de las personas ante Los Contenidos que recibimos. La lucha por la consecución de este bienestar digital acaba de empezar, está seguro se librarán muchas batallas en la transparencia y la democracia de este nuevo entorno. De que los ciudadanos libres ganen esta guerra dependerá nuestro bienestar futuro, porque nuestro universo es cada día más digital.
José María Corbí (autor del libro Bienestar Digital Familiar ).