Hace algún tiempo, la prensa internacional recogió el fracaso de un vergonzoso experimento médico. El psiquiatra norteamericano John Money había pretendido demostrar –por los años setenta– que la sexualidad depende más de la educación que de los genes. Sus conejillos de indias fueron dos bebés gemelos: Bruce y Brian Reiner. En 1965, un desgraciado accidente de Bruce proporcionó a Money la oportunidad de transformar el cuerpo del bebé –por cirugía plástica y con el consentimiento de los padres– en un cuerpo con apariencia femenina. Money dijo a los padres que debían criar al bebé como si fuera una niña, y mantener el episodio en absoluto secreto. Así, Bruce pasó a llamarse Brenda.
Las condiciones del experimento eran perfectas, pues se había realizado sobre un recién nacido que poseía la misma dotación genética que su hermano gemelo. El médico –que se hacía llamar misionero del sexo y era defensor infatigable de los matrimonios abiertos y el sexo bisexual en grupo– confiaba ciegamente en que el gemelo operado podría ser educado como una chica. En el eterno debate sobre naturaleza y educación, iba a demostrar que la educación lo es todo. Simone de Beauvoir y Sartre ya habían hecho triunfar la idea de que el ser humano tiene libertad, no naturaleza. Los Reiner siguieron las instrucciones de Money al pie de la letra, pero las cosas no marcharon según lo previsto.
Janet, la madre, cuenta lo que sucedió cuando intentó poner a Brenda su primer vestido, poco antes de cumplir dos años. «Intentó arrancárselo, romperlo. Recuerdo que pensé: ¡Dios mío, sabe que es un chico y no quiere que le vista como una chica!». Brenda también era rechazada en la escuela, donde pronto manifestó extrañas «tendencias lesbianas», a pesar de las hormonas que le obligaban a tomar. Mientras toda la familia veía y sufría el fracaso de la operación, el doctor Money declaraba a los cuatro vientos que su experimento era un éxito rotundo. En un artículo publicado en Archives of Sexual Behaviour escribió: «El comportamiento de la niña es claramente el de una chica activa, bien diferente de las formas masculinas de su hermano gemelo».
Al mismo tiempo, la revista Time afirmaba que «este caso constituye un apoyo férreo a la mayor de las batallas por la liberación de la mujer: el concepto de que las pautas convencionales sobre la conducta masculina y femenina pueden alterarse». Entre tanto, los gemelos eran obligados a seguir una terapia con Money, quien les obligaba a ver imágenes sexuales y desvestirse, en sesiones que degeneraron y traumatizaron profundamente a los dos niños.
Cuando Brenda tenía quince años, destrozada por interminables sesiones psiquiátricas y medicación con estrógenos, intentó suicidarse. Su padre le contó entonces la verdad, y ella decidió volver a ser un chico y llamarse David. La cirugía plástica hizo lo que pudo. En 2002, su hermano gemelo, que sufría esquizofrenia, se suicidó. David nunca pudo superarlo y se quitó la vida en 2004. «Daría cualquier cosa por que un hipnotizador lograra borrar todos los recuerdos de mi pasado. Es una tortura que no soporto. Lo que me hicieron en el cuerpo no es tan grave como lo que aquello provocó en mi mente», había dicho.