Nuevamente el doctor Justo Aznar, firmante del Manfiesto de Madrid, analiza hoy en el periódico Las Provincias el proyecto abortista del Gobierno desde el punto de vista de los derechos de la mujer y denucia el carácter profundamente machista de la ley del aborto: «La ley va a propiciar la utilización sexual de la mujer, especialmente de la mujer culturalmente más débil, favoreciendo la actividad sexual del varón».
(HAZTEOIR) «Hace unos días concluyeron las sesiones de la Subcomisión del Parlamento que tenía que elaborar un proyecto de ley para sustituir a la actual del aborto, tras escuchar a la Comisión Asesora que a tal fin había sido constituida.
Como es sabido dicho anteproyecto de ley contempla principalmente cinco supuestos:
a) aborto libre a petición de la madre hasta la catorce semana del embarazo;
b) posibilidad de terminar con la vida del nasciturus hasta la semana 22, si este padece malformaciones graves;
c) también en cualquier momento si hay probabilidad de que exista alguna circunstancia incompatible con su vida y;
e) igualmente cuando pueda haber un grave peligro para la vida de la mujer.
Es decir, aborto prácticamente libre, que es lo mismo que decir libertad para terminar con la vida de un ser humano, el niño no nacido, algo que éticamente parece inadmisible.
El quinto supuesto a considerar, que aquí no podemos contemplar, pero que carece de la más elemental justificación social, es que la menor puede abortar a partir de los 16 años sin el consentimiento de sus padres.
Una carga de profundidad en la línea de flotación de la familia, consecuencia lógica de la tozuda determinación de nuestro Gobierno de terminar con ella, en el sentido más literal de la palabra.
Todo lo anterior avala el rechazo que este proyecto de ley merece. Pero además de las anteriores razones para mostrarse contrario a ella, existen otras, que aun no siendo tan explícitas como las comentadas, nos parecen igualmente dignas de ser tenidas en consideración.
Me refiero concretamente al carácter marcadamente machista que este proyecto de ley tiene, pues, a mi juicio, y sin duda también al de otros muchos, la actual ley va a propiciar la utilización sexual de la mujer, especialmente de la mujer culturalmente más débil, favoreciendo la actividad sexual del varón, que ante la posibilidad de que su pareja pueda acceder fácilmente al aborto, va a tener la seguridad que necesitaba para que su actividad sexual no se vea constreñida, al reducirse el temor de que ese acto sexual pudiera terminar en un embarazo.
Este grave desequilibrio, en cuanto al acto sexual se refiere, no será tan manifiesto cuando se trate de mujeres de cultura elevada, que indudablemente pueden hacer prevalecer su deseo de tener o no aquella relación sexual; pero cuando se trate de mujeres con un nivel cultural más bajo, ese control sobre el acto sexual vendrá prácticamente determinado por el varón. Es decir, será el hombre el agente activo de esa relación, participando la mujer en ella más pasivamente.
Por ello, creo que esta ley va a facilitar que el hombre satisfaga sus deseos sexuales, aunque esto suponga inducir a las mujeres, especialmente a la más débiles, al aborto, algo que con independencia de lo que supone terminar con la vida de un ser humano, en este caso de su hijo, puede acarrear a la mujer problemas graves, tanto físicos, como psíquicos o sociales, de los cuales no es el menor el síndrome post aborto.
Como decía recientemente el profesor Richard Stith, «siempre que la mujer no esté en condiciones de igualdad con el hombre en el control de las relaciones sexuales, el aborto facilita la explotación sexual de la mujer». Por esto, afirmo que la propuesta de ley del Gobierno sobre el aborto es de carácter marcadamente machista.
Pero, en contraposición con ello, en un claro oscuro difícil de armonizar, esta ley también es profundamente feminista, al olvidar en ella al padre en la grave decisión de terminar con la vida de su hijo.
Esta prerrogativa femenina no resiste el más elemental juicio sobre los derechos que el hombre y la mujer tienen sobre sus hijos, pues ambos son conjuntamente responsables de alimentarlos, educarlos, mantenerlos, pero no de terminar con su vida, esa decisión corresponde exclusivamente a la madre, algo ciertamente injustificable, que solamente encuentra su fundamento si se considera que en este asunto la sociedad, con leyes como la que se propone, se está construyendo sobre los cimientos de un feminismo rampante.
A mi juicio, no es fácil encontrar una ley como esta que propicie conjuntamente machismo y feminismo, en deterioro de que aquello que creo se debería propiciar, la maternidad y la paternidad.»
Justo Aznar, director del Instituto de Ciencias de la Vida, ha sido jefe del Departamento de Biopatología Clínica del Hospital la Fe de Valencia. Fundó y presidió la Sociedad Española de Trombosis y Hemostasia, ha sido director del Observatorio de Bioética y fue cofundador del Centro de Investigación del Hospital Universitario La Fe, en Valencia.