Hasta hace muy poco tiempo palabras como sexting o sextorsión eran ajenas a la mayoría de nosotros. Sin embargo, casos tan brutales como el que se produjo el mes de mayo pasado en el que una mujer madrileña se suicidó después de que entre los empleados de la empresa donde trabajaba circulara un vídeo donde se le veía practicando sexo y llegara al teléfono de su marido, han hecho que estos conceptos no solo sean conocidos sino que muchos se percaten de que son prácticas más habituales de lo que creemos.
El sexting es un concepto nuevo que aúna sexo y texto. Consiste en enviar fotografías sexuales o provocativas con un contenido erótico. Muchas veces son menores los que lo practican. Un adulto tiene conciencia del riesgo que supone. Sabe que en las redes no se borra nada, que el derecho al olvido no existe. No se puede eliminar nada de lo que se haya subido a la web y sabe que esas imágenes pueden caer en redes pornográficas. De todo esto, muchos adolescentes no tienen conocimiento. Generalmente, según las estadísticas, suelen ser chicas, que reconocen más que los chicos de acoso sexual on line.
El primer problema es creer que el cuerpo que se enseña es ella, cosa que no es verdad, porque es mucho más que eso. También sucede que apoyan en su cuerpo la satisfacción personal de recibir los “likes” ( me gusta), sin percatarse que no valemos más porque a 200 desconocidos les guste nuestra foto o porque el último vídeo que hemos compartido haya recibido más de 50 visualizaciones. No tenemos que impresionar a nadie, solamente tenemos que ser nosotros mismos. Además, no tienen ni idea que pueden caer en una red pornográfica de la que posiblemente no van a salir y que las pueden hacer chantaje.
En España el sexting es una práctica en auge tanto en menores como en mayores. Y es que vivimos en una sociedad totalmente erotizada y narcisista. En cualquier consulta que se realice en internet, sale un anuncio spam relacionado con el erotismo. No es porque se busque, sale aunque sea un niño de siete años el que maneje el ordenador. Hay tal saturación, que los niños se han acostumbrado y lo ven como algo normal.
Según los especialistas, el problema es que crecen con una disociación entre afecto y sexo. “Yo puedo tener relaciones sexuales con quien quiero”, “enseñar lo que quiera de mi cuerpo”, y cosas por el estilo. Y luego está el querer. Después cuando tienen una pareja, les cuesta mucho unir ambas cosas. Son parejas frágiles, de poco vínculo, se fundamentan mucho en el cuerpo y en el gustar del momento, pero no en cómo es por dentro, por su manera de ser.
El sexting es un engaño bien pensado, y aquí aparece otro peligro, que es el “grooming”. Se entiende por grooming la serie de acciones y estrategias que lleva a cabo un adulto para ganarse la amistad de un menor, a través de Internet, con el objetivo de conseguir favores de índole sexual. Se trata, pues, de acoso sexual a menores en la red. El número de infracciones penales por acoso sexual a menores por internet, el denominado grooming, se ha triplicado en los últimos años.
A quien realiza estas acciones se le denomina ‘groomer’. Los “groomers” son personas aparentemente cariñosas, sociables y simpáticas. Tienen que ganar la confianza de los niños y para eso usan frases como “tú eres especial”, “eres única para mí”, “te voy a mandar un regalo”…, que luego pasan a “abre tu cámara web”, “píntate los labios”, “mándame una foto cuando salgas de la ducha porque me encanta tu cuerpo”. Y claro, las niñas de doce y trece años felices, no sospechan que detrás hay intenciones sexuales, que es objetivo del “groomer”.
Luego quedan y si la menor o el menor se niegan a tener relaciones sexuales es cuando empieza el chantaje, que es lo que ahora se denomina sextorsión.
Puede partir de un conocido al que le has mandado una imagen o un desconocido que se hace amigo en la red porque quiere tener relaciones sexuales. También un compañero que quiere fastidiar a otro, para reírse de él o llegar hasta el acoso para pedirle dinero o sexo.