Hay que educar a nuestros hijos con esta idea, que se concreta en infinidad de aspectos concretos de la vida cotidiana que, con mucha paciencia, hemos de ir concretando en planes de acción. Los hijos han de ser educados desde que llegan al mundo en la idea de que no se puede hacer lo que a uno siempre le apetece.
Por otra parte, los límites nos vienen impuestos por nuestra misma naturaleza. Hemos de ser conscientes de que somos muy limitados. Limitados son nuestros talentos, nuestras aptitudes, nuestras fuerzas, nuestros conocimientos, nuestras capacidades, nuestra salud, etc. Sin embargo, hay fuerzas dentro de nosotros que pugnan por romper con todos los límites y hacernos como dioses. Son la soberbia y sus múltiples manifestaciones: la ira, la desobediencia, el egoísmo… Pues bien, siempre que veamos a una persona que no respeta límites de ningún tipo en su conducta, tengamos claro de cuál es el motivo: es una persona egocéntrica y malcriada, que solo piensa en sí mismo y solo vive para sí mismo, y que demuestra por eso mismo una serie de esenciales carencias en su proceso educativo.
Qué es y qué no es poner límites
Poner límites a nuestros hijos es:
• Enseñarles que no viven ellos solos en el mundo.
• Enseñarles a pensar en los demás y en cómo repercuten en los demás las cosas que ellos hacen.
• Grabarles a fuego la idea de que todo lo que hacemos tiene unas consecuencias, sean buenas o malas.
• Enseñarles a respetar los derechos y el bienestar de los demás.
• Enseñarles que nadie tiene derecho a molestar e incomodar a los demás con su conducta.
• Enseñarles que los padres no somos sus esclavos ni estamos para satisfacerles en todo lo que se les antoje.
• Saber decir a los hijos “sí” siempre que sea posible y “no” con firmeza siempre que sea necesario.
• Mostrarles que en la vida hay cosas que se pueden hacer y otras que nunca se deben hacer, por mucho que las deseemos o por mucho placer que nos puedan proporcionar.
• Enseñarles que a los padres y los profesores se les debe respeto y obediencia.
• Enseñar al niño que debe convivir con los demás y, para ello, debe poner coto a sus placeres y caprichos.
• Enseñarle a convivir con las decepciones y las frustraciones, que le van a acompañar durante toda su vida.
• Ayudarle a desarrollar las virtudes de la paciencia, la fortaleza y la templanza, que son esenciales para vivir como una persona y no como un animalillo.
• Enseñarle a distinguir entre lo que son necesidades y lo que son deseos o caprichos: las primeras hay que satisfacerlas; los segundos, lo menos posible.
• Enseñarles que, antes que reivindicar derechos, las personas debemos cumplir nuestros deberes. ¿Nunca han pensado que, si todos los hombres nos preocupáramos por cumplir nuestros deberes no habría nadie que se viera obligado a reivindicar sus derechos?
Poner límites no es:
• Regañar, gritar, amenazar o pegar a los niños para que se porten bien.
• Ser autoritarios.
• Pretender que los niños se porten bien para así nosotros no quedar mal en público.
• Pretender que se porten bien para que así nos dejen tranquilos.
• Dar órdenes continuamente sin explicar el porqué de ellas.
• Sobreproteger y ahogar a los hijos, no dejándoles desarrollarse con autonomía.
• Negarles por sistema todo lo que piden, sea lo que sea.
• Negarse por sistema a escuchar a los hijos cuando se muestren en desacuerdo con las normas que planteamos.
Pablo Garrido