El coronavirus muestra claramente nuestros límites

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FUENTE: THE WEEK, UNHERD

La pandemia del coronavirus ha puesto en crisis el mito del progreso: no somos tan poderosos como la modernidad nos ha hecho creer, sostiene Damon Linker. Por su parte, Meghan Murphy opina que el conocimiento de esos límites también podría espolear capacidades que teníamos adormecidas.

“Desde el principio, la modernidad trajo un mensaje de control y dominio: sobre el destino, sobre el mundo natural, sobre la propia naturaleza humana”, escribe Linker en The Week. Primero, el conocimiento científico nos hizo soñar con avances económicos y tecnológicos que harían la vida más próspera y menos dolorosa; luego, la fe en el progreso nos hizo imaginar que podríamos someter la complejidad de las sociedades contemporáneas a través de la ciencia política; después, el afán de dominio se extendió a la mente humana y la opinión pública…

Los progresos fueron reales. Y gracias a tantos avances, logramos mantener a raya numerosas enfermedades. Pero también hubo expectativas desorbitadas. Y poco a poco, llegamos a encontrar insoportable cualquier tipo de límite. “¿Le desagradan su nariz, su barbilla, su pelo o sus pechos? Sencillamente, opéreselos. ¿No le gusta su estado de ánimo? Tenemos una píldora para eso. ¿Se siente incómodo como hombre o mujer? Cambie las cosas, con bisturí, algunas hormonas y una dosis de ideología transgénero”.

Linker alarga su lista de preguntas, para concluir que, en efecto, hemos logrado dominar más de lo que los primeros modernos soñaron. “Pero no hemos dominado todo, y nunca lo haremos. Esa es la lección profunda y dolorosa que la pandemia del coronavirus parece enseñarnos. Hay límites después de todo”.

Por supuesto que debemos usar nuestros conocimientos científicos para desterrar al virus lo más rápido y eficazmente posible, dice Linker. Pero sin olvidar que nuestro empeño por construir “un mundo envuelto en seguridad y protección contra todo tipo de riesgos, nunca puede tener éxito por completo. Nuestros poderes son formidables, pero no son absolutos. Porque somos criaturas vulnerables. Porque enfermamos. Porque somos mortales”.

Desde su columna en UnHerd, Meghan Murphy coincide en que la pandemia “ha expuesto una verdad dolorosa: nuestra civilización no es permanente, no somos intocables y no tenemos tanto poder como nos gusta creer”.

Pero que no tengamos el control absoluto sobre nuestras vidas no significa que estemos condenados al fatalismo: “Aquí hay algunas cosas que no puedes controlar: cómo te ven los demás, cómo te tratan, cómo se comporta la gente a tu alrededor y qué piensa. Y aquí hay algunas cosas que sí puedes controlar: cómo te comportas, cómo tratas a los demás, cómo respondes a los que te rodean, cómo reaccionas y cómo analizas las situaciones, los sistemas y a las personas”.

A Murphy, una joven columnista afincada en Vancouver (Canadá), le preocupa la falta de autonomía que ve entre algunos de su generación. Pese a estar perfectamente sanos y capacitados para teletrabajar, leer o aprender todo lo que puedan durante estos días, se les ve abrumados por el aburrimiento y la fragilidad emocional. “¡¿Qué pasa con mi ansiedad?!”, preguntan en las redes sociales. Y demandan consejos para ocupar su tiempo.

Claro que somos criaturas sociales, dice Murphy. Y que a nadie le gusta estar confinado solo en casa, como le ha tocado a ella pasar estos días. Pero no está de más preguntarse por qué nos cuesta tanto quedarnos a solas con nosotros mismos. Y si antes aconsejaba realismo frente a los límites, ahora pide confiar más en nuestros recursos frente a la adversidad: “Presta atención, sé agradecido, sé atento, fuerte y creativo”.

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