El concepto moderno de cuidados paliativos surge como respuesta a la necesidad de atender a los pacientes con enfermedades en estadios avanzados y a sus familias, mediante la combinación de ciencia y humanidad.
Su fundadora, Cicely Saunders, era una enfermera, asistente social y médico británica que tenía la visión y el ideal de proporcionar a sus pacientes este tipo de cuidados. Para lograrlo, en 1967 creó en Londres el St. Cristhopher’s Hospice: el primer hospital que unía el control experto del dolor y sus síntomas con el cuidado compasivo, la investigación y la docencia clínica. Desde entonces estas redes han surgido por todo el mundo.
Actualmente existen 375 servicios de Cuidados Paliativos en España, según el EAPC ATLAS of Palliative Care in Europe 2013, un estudio internacional dirigido por el programa ATLANTES del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra en colaboración con la Universidad de Glasgow y la Asociación Europea de Cuidados Paliativos. No obstante, más de doscientos mil ciudadanos con enfermedades avanzadas, o en fase terminal, y sus más de un millón de familiares necesitarían de estos servicios, según calculan los expertos.
En una declaración del pasado 24 de mayo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) insta a todos los países a que incluyan la asistencia paliativa como componente esencial de los sistemas de atención de salud, en consonancia con los esfuerzos por alcanzar la cobertura sanitaria universal.
En este sentido, la propia OMS define salud como el estado de completo bienestar físico, mental y social. No hay duda de que una enfermedad no afecta solo a la parte física, sino que impacta en todos los ámbitos de la persona y de su familia. Por eso los cuidados paliativos están enfocados al control de los síntomas y a la búsqueda de una situación óptima desde el punto de físico, psicológico, social y espiritual.
Esta labor corre a cargo de un grupo multidisciplinar de profesionales en el que las enfermeras resultan clave. Aproximadamente el cuarenta por ciento de la actividad asistencial en cuidados paliativos corresponde a la Enfermería, por lo tanto todas las profesionales necesitan formación específica en esta área. Según un estudio sobre la opinión de los estudiantes de Enfermería que cursaban una asignatura sobre esa materia, la formación especializada facilita una visión completa de la disciplina, donde la persona está en el centro del cuidado y donde se prepara a los alumnos para atender a pacientes con enfermedad avanzada. Esa formación es imprescindible para conseguir el objetivo sugerido por la OMS de integrar los cuidados paliativos en los diferentes niveles asistenciales.
Cuidar de estas personas enfermas y de sus familias requiere un compromiso profesional y personal. La enfermera ayuda y acompaña, y para esa dedicación debe desarrollar una relación interpersonal de cuidado con el paciente: escucharle, conocerle mejor, trabajar la complicidad, demostrarle que está a su lado para cuidarle y mimarle. El reto no consiste en disponer del último adelanto técnico, sino en el acompañamiento durante una situación delicada. Esa presencia de la enfermera (estar con y para el paciente) se valora enormemente y, además, es una de las intervenciones que más puede aliviar y ayudar.
Proporcionar esos cuidados implica una formación específica y un entorno que promueva la humanidad sin perder la ciencia. Quienes han obtenido este conocimiento, en forma de grado o de máster, afirman que han recibido lecciones inesperadas, enseñanzas que les han cambiado profesional y personalmente. Y aunque la docencia pueda concernir a profesionales concretos, la reflexión sobre el cuidado de la persona en esta era tecnológica es una tarea que da vida a todos.
María Arantzamendi