Autor: Natalia Sanmartín Fenollera, Planeta. Barcelona (2013). 350 págs. 18,90 € (papel) / 13 € (eBook).
Sorprendente debut literario de Natalia Sanmartín Fenollera, periodista gallega que trabaja en el diario económico Cinco Días. Estamos ante una novela diferente, con un argumento original que cuestiona determinados valores de la cultura contemporánea y busca recuperar los de la cultura clásica.
FUENTE: ADOLFO TORRECILLA- ACEPRENSA
Pero no son solo los niños los que llaman la atención a Prudencia: todos los habitantes de San Ireneo viven de una manera muy distinta a como ella misma vivía en la capital. San Ireneo es un refugio (“pequeño reducto para exiliados de la confusión y agitación modernas”, dice uno de los personajes); de manera especial, la autora denuncia algunos valores políticamente correctos muy asentados en la actualidad. Esta actitud de rechazo incluye una inteligentísima crítica de la educación que reciben los niños y jóvenes actuales.
Poco a poco Prudencia empieza a relacionarse con los habitantes del pueblo y a descubrir las claves de su estilo de vida. La señorita Prim se siente muy atraída por el Hombre del Sillón, “un converso del escepticismo”, con el que mantiene no pocas escaramuzas dialécticas en las que se enfrentan dos caracteres distintos y dos visiones antitéticas del mundo. Prim defiende la educación y la cultura que ella ha recibido y en la que ha crecido, más por cabezonería que por convicción. Pero el punto de vista del Hombre del Sillón va haciendo mella en su concepción del mundo y de la vida, ya cuestionada incluso antes de instalarse en San Ireneo, pues la señorita Prim “vivía con la permanente sensación de haber nacido en un momento y en un ambiente equivocados”. Esas conversaciones, y las que mantiene con el resto de los vecinos, cuestionan su escala de valores, aunque todo va sucediendo de manera progresiva.
Tampoco entiende la señorita Prim el interés que tienen los habitantes del pueblo por los valores religiosos, que ocupan un lugar muy principal en sus vidas; muchos se sienten discípulos de un anciano monje que vive en la cercana abadía. Este monje y el Hombre del Sillón han sido los fundadores de la vida en San Ireneo.
La novela tiene un argumento muy sencillo, con una mínima intriga que está relacionada con el gradual proceso de enamoramiento de Prudencia del Hombre del Sillón. Con mucho sentido común, se critican algunos aspectos negativos de la educación contemporánea, del mundo del trabajo, las relaciones humanas, la cultura, la sensibilidad, el sentimentalismo, la diferencia entre hombres y mujeres y el concepto de matrimonio en las sociedades modernas. Estas críticas no se ciñen a ningún país en concreto, sino que la autora quiere cuestionar tópicos y valores muy extendidos de la cultura occidental. Por otra parte, se alaba la necesidad de construir un mundo más humano, auténtico, verdadero y religioso.
Los personajes hablan constantemente alrededor de un té o un café con pastas, sin prisas, saboreando al máximo esos momentos, como si se tratase de escenas sacadas de las novelas de Jane Austen, autora muy presente en esta novela. Al estar ambientada en un lugar imaginario y en un tiempo indeterminado, la novela gana en profundidad y eficacia. Aunque los diálogos, densos, parecen a veces demasiado prefabricados y la bondad o el misterio de algunos personajes, especialmente los niños, faciliten su caída en un idealismo almibarado, estamos ante una novela insólita en el panorama literario actual.
La autora ha asumido conscientemente muchos riesgos en sus ingredientes, enfrentándose a valores e ideas predominantes y muy instalados en la cultura actual. Reivindica la cultura clásica y humanística (además de los clásicos, algunos autores citados son el cardenal Newman, Chesterton, C. S. Lewis…) y, también, el redescubrimiento de los valores religiosos, que añaden interés, profundidad y densidad a la vida, aunque en la novela puede resultar discutible que la religiosidad tenga que ir unida a un deliberado alejamiento del mundo moderno.