Hoy 19 de Marzo es el día de S. José. Desde hace muchos años se hace coincidir con esta fiesta, el “Día del padre”. Aunque escaparates y otros reclamos, presentan un amplio repertorio de posibles obsequios, serán, seguramente las corbatas, como cada año, el regalo que más padres recibirán en este día
La verdad es que no hace falta recordarlo a nadie: su festividad no pasa inadvertida. Puede influir en ello el que sean muchas las personas que en femenino o masculino llevan su nombre, que se haya colocado a quienes son padres bajo su patronazgo, que el talento comercial se haya servido de él para incrementar sus ventas para este día o que el comercio ponga empeño en recordárnoslo…
Lo cierto es que a casi nadie le pasa por alto esta fiesta. Por tanto desde aquí, en el día de S. José, nuestra felicitación a cuantos llevan por nombre José, Josefa o Josefina; a las Pepas, Pepes, Pepitas y Pepitos y a cuantas personas responden a sus infinitas variantes. Nuestra felicitación también, en este “Día del Padre”, a los que lo son. Especialmente a los padres recién estrenados y a quienes lo celebran por primera vez, aunque haya quienes consideren que es un invento para incrementar ventas.
Ser padre es un don: no hay ningún derecho que ampare el serlo y el hecho de tener un hijo o unos hijos, debe ser recibido como tal. A unos y otros, y a cuantos, de alguna manera, se sienten o se colocan bajo el patrocinio de S. José, les deseamos, por aquello del “buen árbol y la buena sombra que cobija”, que las cualidades que adornaron a su santo Patrón, les sirvan de orientación para sus vidas.
Nuestra felicitación incluye también el deseo de que hasta el próximo día del padre, el ejercicio de su paternidad les resulte un poquito más llevadero. Y hablamos de ejercitarlo porque aún hay muchos padres, hablo en masculino, un tanto despreocupados por la educación de sus hijos. Una buena parte de ellos, por razones de trabajo, porque no fueron educados en esta responsabilidad o porque confiaron en la mujer y descargaron sobre ella esta responsabilidad, se desentendieron erroneamente de algo tan importante y vital para sus hijos, como es su actuación directa en su educación y preparación para la vida. Porque no cabe duda de que la figura del padre deja su impronta en el carácter y posterior personalidad de los hijos.
Una personalidad ilustre, ya fallecida, solía referirse en broma, cuando hablada de la despreocupación de bastantes padres en esta tarea, del mérito que tenían las madres, en la educación, especialmente, de los hijos varones. Pero los tiempos cambian y, lógicamente, a quienes más están afectando sus cambios es, a quienes son más vulnerables por muchas razones: los más jóvenes, los hijos, que en ocasiones, a pesar de sus comportamientos, o precisamente con sus comportamientos, están manifestando, aún sin saberlo que necesitan ayuda, que se encuentran solos, y que aunque estén rodeados de amigos, no saben qué hacer, cómo actuar, ante tantas cosas como se les vienen encima, porque esos amigos, no les aportan los modelos que necesitan.
Y como los necesitan, copian de otros que, desde muchas instancias, se les presentan como tales, atribuyéndose roles que sólo deberían corresponder a los padres. Se oyen muchas veces, quejas acerca de sus comportamientos y, no los vamos a defender cuando son censurables, pero no seríamos justos si les cargásemos con toda la culpa. Algunos padres dicen, – algunos ni lo dicen -, “no puedo con este hijo”. Difícilmente podrán si no cayeron en la cuenta, en su momento, de lo que podía ocurrir, y de que debían prevenirlo.
Es verdad que los medios de comunicación, los amigos, la edad, la moda, la ausencia de normas de comportamiento o la falta de autoridad generalizada, ofrecen a los muchachos tentadoras opciones y a los padres obstáculos a veces casi insuperables, en la guía de sus hijos. Pero no es menos cierto que en ocasiones, algunos de estos muchachos, no encuentran el apoyo que sería de desear en su padre, que, generalmente se justifica con el trabajo o las ocupaciones. Estas actitudes, provocan situaciones que desencadenan distanciamientos no queridos, causantes de dolor para todos.
Siempre es tiempo de empezar y los mayores han de llevar la iniciativa. La solidaridad nos empuja a recordarlo.
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