El origen de la familia

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origen-de-la-familia ¿Qué es la familia? Si esta pregunta la hiciéramos a un niño pequeño, seguramente nos respondería, no dándonos su definición, sino enumerando sus elementos: los padres, los hermanos y, dependiendo de su relación con ellos, los abuelos. 

Pero lo que no se escaparía a ninguno: grande o pequeño, es que el origen de su familia está en  sus padres. Fueron sus padres los primeros en ella y ellos los que,  por su amor y como su manifestación, quienes hicieron posible su llegada al mundo. Desde pequeños, cuando los niños esperan un hermanito, bien saben que su mamá lo guarda y lo protege dentro de sí, al tiempo que le facilita el alimento para que se haga grande, hasta que adquiere el tamaño y madurez suficientes para aparecer en el mundo. 

Luego, persuadidos de esta proximidad de la madre, de esta intimidad, aunque no tengan  recuerdos sensibles de ella, será en su madre en quien, de forma instintiva, busquen refugio cuando se sientan inferiores a quienes les rodean. Conscientes instintivamente también del amor de su padre por él o por ellos, en la fortaleza del padre encontrarán  remedio a su indefensión mientras son pequeños y modelo que imitar a medida que pasan los años.

Los valores que los padres estimen como prioritarios para su familia, serán los que los hijos aprenderán desde pequeños, con matices distintos, según  los vean incorporados en las psicologías diferentes de su padre o de su madre. Es cosa ésta que los hijos distinguen perfectamente desde que son bien pequeños, y porque lo diferencian, recurren a uno u otro según convenga.

Así, ante un castigo anunciado en caso de una desobediencia, pongamos por caso, no es lo mismo recurrir a la fortaleza envuelta en ternura de la madre, que a la del padre, que suele llevar como compañía la firmeza. Es que en la madre ven los hijos valores hechos vida, con matices bien concretos en su naturaleza de mujer, que pueden imitar: ternura, delicadeza, sensibilidad, fortaleza, paciencia, constancia, atención a los detalles, cuidado por lo pequeño…  

En el padre los pueden encontrar también, pero seguramente fijarán más su atención en su virilidad hecha fuerza, empuje, firmeza, responsabilidad, seguridad, compromiso, lealtad, respeto a la palabra dada, espíritu de superación, imaginación o recursos ante una situación complicada. Puede ser que alguien estime que lo que acabamos de enumerar es exagerado. Su confirmación no es difícil: basta con observar las dificultades por las que pasan padre o madre, cuando han de hacerse cargo, en solitario, de la educación de sus hijos, teniendo que asumir ambos comportamientos: el de varón y el de mujer. Si esto ocurre a los padres, otro tanto  podría comprobarse en los hijos, ante la falta de uno de los referentes.

Por ello causa extrañeza el empeño en imponernos  nuevos modelos de familia, en los que, y con los que, la sociedad se juega tanto.

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