Según un estudio de la London School of Economics, los matrimonios donde el hombre se implica más en las tareas domésticas tienen menos probabilidad de divorciarse. Pero eso no significa que la mayoría de las mujeres quieran un modelo “igualitario” (50-50) en el reparto de tareas entre hombre y mujer.
Fuente Aceprensa
El estudio, realizado por la investigadora Wendy Sigle-Rushton, del Departamento de Política Social de la London School of Economics, hace un seguimiento de 3.500 matrimonios que han permanecido intactos durante los cinco años siguientes al nacimiento de su primer hijo (casi el 20% se divorció después, cuando sus hijos cumplieron los 16 años).
Para conocer el grado de implicación en el hogar de los varones, Sigle-Rushton recurre a la British Cohort Study de 1970. Y lo cierto es que no salen bien parados, de acuerdo con los testimonios de sus mujeres.
El 51% de ellos no ayudó en nada o desempeñó una sola tarea. El 24% asumió dos tareas. Y cerca de un cuarto se hizo cargo de tres o cuatro tareas. El estudio muestra que se produjeron menos rupturas conyugales dentro del grupo de matrimonios donde los maridos habían ayudado más.
Sigle-Rushton introduce un nuevo factor: la situación laboral de las mujeres. ¿Cómo influye la poca o mucha implicación del varón en el hogar cuando la mujer trabaja fuera de casa?
El estudio toma como referencia el caso de la mujer que trabaja en el hogar y cuyo marido contribuye poco a las labores domésticas. Y lo compara con otros dos casos: mujer que trabaja fuera de casa con marido que hace poca tarea doméstica; y mujer que trabaja fuera y en casa cuenta con la ayuda del marido.
Según concluye el estudio, que la mujer trabaje fuera del hogar sólo incrementa el riesgo de divorcio cuando el marido es de los que no ayudan en casa. En este supuesto, el riesgo de divorcio es 97% mayor que en el caso de referencia. Si la mujer trabaja fuera y el hombre hace una buena porción de tarea doméstica, no se detecta aumento de la probabilidad de divorcio con respecto al caso de referencia (ama de casa y marido que hace poco en el hogar).
La vida familiar es de los dos
Esto indica que para muchos matrimonios la solución preferida no es que el marido haga la mitad del trabajo doméstico, sino la parte que resulta posible y razonable según las circunstancias del hogar y los horarios de él y de ella. Sería pecar de teórico prescribir una distribución a partes iguales que no iría bien a todas las familias.
A la vista de las investigaciones que maneja, Brad Wilcox –profesor de sociología en la Universidad de Virginia– constata que las mujeres casadas que se dedican a cuidar de sus hijos y a otras tareas domésticas están satisfechas cuando ven que sus maridos ayudan en casa todo lo que pueden, aunque hagan menos que ellas.
En cambio, Wilcox no ha encontrado estudios que confirmen la tesis de que la mayoría de las mujeres deseen un modelo “igualitario” en el reparto de tareas en el hogar. A su juicio, ese reparto depende sobre todo de factores como la maternidad o la situación laboral de la mujer.
Como explica en declaraciones a la revista Perspective (junio 2010), no es raro que una madre con niños pequeños quiera emplear en ellos más tiempo y menos en el trabajo externo, y prefiera que durante esos años su marido sea el principal sostenedor de la familia.
En tales casos, el reparto desigual de las labores domésticas, correlato de la distinta atención de cada uno al trabajo remunerado, no supone falta de implicación masculina. Más bien muestra a su modo que la vida familiar la sacan adelante entre marido y mujer, aunque las tareas y la dedicación a ellas sean distintas.