La Cámara baja (Dáil) del Parlamento irlandés ha aprobado la ley que admite la amenaza de suicidio como motivo para abortar Ante la creciente oposición de muchos diputados a la reforma, el gobierno decidió imponerles la disciplina de partido. Pero la secretaria de Estado para Asuntos Europeos, Lucinda Creighton (en la foto), se la ha saltado para votar en contra, por lo que ha sido expulsada del grupo parlamentario y ha renunciado a su cargo en el gobierno. Pero el discurso que pronunció en el Dáil el 1 de julio, pocos días antes de la votación, no ha pasado inadvertido.
Tras dos sesiones parlamentarias que se prolongaron hasta la madrugada, el gobierno de coalición formado por conservadores y laboristas ha logrado sacar adelante su controvertida ley del aborto (ver recuadro) por 127 votos a favor y 31 en contra. La amplia diferencia de votos no refleja la división de opiniones de los diputados, obligados a votar según el diktat del primer ministro, Enda Kenny.
Michelle Mulherin, por ejemplo, es una de las diputadas que criticó la ley por la desprotección en que dejaba al no nacido, pero que terminó apoyándola. “Estoy decepcionada por la escasa consideración [del gobierno] hacia mis legítimas preocupaciones y las de otros muchos colegas (…). Ahora me enfrento con la disyuntiva de apoyar la ley o ser expulsada del partido, mi partido. Y no puedo permitir que me echen. Así que apoyo la reforma”.
Para romper la disciplina de partido, había que estar dispuesto a jugarse el puesto. Es lo que ha hecho Lucinda Creighton, ministra para Asuntos Europeos. El voto en contra le ha valido la expulsión automática de su grupo parlamentario. Después ella ha presentado la dimisión como ministra. Ahora se queda como un miembro más del Fine Gael, el partido al que llegó con 18 años.
“Últimamente en Irlanda se asume automáticamente que si uno consulta a su conciencia, está esencialmente consultando con Roma”
Cambio de postura
“Nunca he sido una activista provida”, aclara Creighton. “Ni siquiera entré en política porque me interesara la cuestión del aborto. De hecho, ya he explicado en otras ocasiones que mi postura en este debate era muy diferente cuando era estudiante”. Por eso ahora se sorprende de que, dos años después de haber llegado al Parlamento, se encuentre denunciando la ley promovida por su gobierno para liberalizar el aborto.
Pero sus ideas han ido cambiando en los últimos años, fruto de su reflexión personal y del contacto con amigas y familias afectadas por el aborto. Ahora no está dispuesta a tragarse los tópicos que rodean a este debate, dominado por lo que califica de “groupthink”: “Si cuestionas que el aborto es una solución progresista, un asunto crucial para los derechos de las mujeres, un elemento central de la agenda progresista… se te considera atrasado e intolerante”.
A Creighton no le impresiona esta forma de pensar. Ella cambió cuando empezó a considerar la perspectiva de la otra vida implicada en el debate: “Creo que la mayoría de nosotros somos conscientes de que un bebé no nacido es justamente eso: un bebé. Y si nace de forma prematura (…) pondremos todos los recursos de la ciencia a su servicio para salvarlo”.
“Conozco un buen número de mujeres que han abortado y que después lo han lamentado profundamente. Pero no conozco a ninguna mujer que haya tenido un bebé y se haya arrepentido”
A favor de las mujeres
Para Creighton, el argumento de que el aborto libera a la mujer ha perdido consistencia. “Yo también estoy a favor de los derechos de la mujeres. Pero con eso quiero decir de todas las mujeres. No solo las adultas, ni las adolescentes, ni las niñas: también de las que son un bebé. (…) Cada vez tengo más claro que, en la práctica, el aborto funciona muchas veces como una herramienta para oprimir a las mujeres”.
La ministra recuerda cómo el aborto, unido a la preferencia por el hijo varón en China, la India, Corea e incluso en algunos países de Europa y EE.UU., ha conducido a la eliminación de millones de niñas. “Sería muy extraño que nosotros, como legisladores y espero que como seres pensantes, no nos preguntáramos cuál es la diferencia neta entre el diagnóstico prenatal seguido de un aborto en función del sexo y el homicidio intencionado de una niña tras el parto”.
El recurso al aborto como instrumento para segar la vida de las niñas está tan extendido en China que, de seguir así, hacia 2020 faltarán entre 30 y 40 millones de niñas. Ante este dato, Creighton apunta: “30 o 40 millones de mujeres menos en el mundo difícilmente se puede contar entre los logros del feminismo o del progresismo”.
Pero las niñas no son las únicas que han sufrido los efectos del aborto selectivo. También es cada vez más corriente eliminar por el aborto a cualquier bebé que padezca alguna anomalía.
Una declaración firmada por 113 psiquiatras irlandeses sostiene que la cláusula sobre la amenaza de suicidio prevista por la reforma es ineficaz
Esto nos devuelve a la cuestión de si el aborto es una solución avanzada. En una sociedad progresista, dice Creighton, celebramos la vida también en sus manifestaciones imperfectas. Prueba de ello es que ahora Irlanda conmemora con orgullo el décimo aniversario de la llegada de las Paraolimpiadas a Dublín.