Si estudiamos el origen del Sistema Solar vemos que para la formación de la Tierra han tenido que concurrir una cantidad de condiciones tales que el resultado puede calificarse de excepcionalmente raro. Eso mismo parece ocurrir el origen y evolución del Universo. Parece claro, asimismo, que existieron unas condiciones iniciales bastante estrictas para que se haya podido llegar a la situación actual.
No faltan, por otro lado, quienes piensan que todo se originó a partir de un Universo caótico, es decir, de un Universo tal que, independientemente de las condiciones iniciales, se llegue a una situación como la que ahora vemos: con una vida inteligente en un pequeño planeta que llamamos Tierra, situada en un Sistema Solar, cerca del borde de una galaxia entre los billones de ellas que existen. Sin embargo nuestra presencia en la Tierra se debe a un cúmulo tan grande de coincidencias que bien podemos decir que la probabilidad de que esto ocurra es prácticamente nula. ¡Y sin embargo ha ocurrido!
Para que algo que tiene una pequeñísima probabilidad de existir, exista de hecho, hace falta suponer que o bien la duración del Universo es infinita o bien que el espacio es infinito. El tiempo ya hemos visto que no lo es, porque los cosmólogos han calculado la edad del Universo en 13.700 millones de años. Por eso, algunos han supuesto que es infinito el espacio. Es decir, habría infinitos Universos (un “Multiverso”), cada uno con unas condiciones iniciales distintas, y nosotros hemos aparecido en el único en el que se han dado las condiciones necesarias para que se pudiera dar una vida inteligente.
Ante esta situación, se ha sugerido una nueva línea de argumentación. Consiste en afirmar que el hecho de que el Universo real albergue seres con vida inteligente pone algunas restricciones a la diversidad de comienzos posibles de este Universo y a las leyes físicas que hayan podido regir su desarrollo. Por decirlo de otro modo: el Universo tiene las propiedades que hoy observarnos porque, si hubiesen sido diferentes, no estaríamos aquí nosotros contemplándolo. El principio que está en la base de este razonamiento ha sido denominado principio antrópico (del griego anthropos = hombre)
El hombre existe sobre la Tierra; en consecuencia las condiciones iniciales del Universo y las leyes que lo rigen son las necesarias para que el hombre pueda vivir sobre la Tierra. Con otras palabras: la única norma que cabe imponer a una teoría que intente reconstruir las condiciones iniciales del Universo y las diversas leyes físicas debe venir condicionado por el requisito de que tales condiciones y leyes den origen a un Universo habitado.
El principio antrópico, como vemos, sugiere conexiones entre la existencia del hombre y aspectos de la Física que podría haberse pensado que no tenían mucho que ver con la biología. En su forma más estricta, el principio antrópico quiere decirnos que el Universo en que vivimos es el único concebible donde puedan existir seres inteligentes.