La reputación, la buena fama que podemos tener individualmente, delante de los demás, tanto como personas o como empresa o como despacho profesional de un determinado sector, es algo tan importante ahora, como lo pudo haber sido en épocas anteriores y lo será siempre.
Juan Manuel Mora, Doctor en Comunicación por la Universidad de Navarra, donde realizó sus estudios, se ocupa actualmente, como vicerrector de comunicación de la Universidad de Navarra, no sólo del desarrollo de tareas educativas y de imagen corporativa universitaria, muy importantes para estar en primera línea del gobierno y la investigación, sino también de la propia reputación de la Universidad, pautas para ocupar posiciones correctas en los “ranking” de universidades, marketing y modo de difundir la oferta educativa, etc.
Estamos acostumbrados a leer en los dramas y obras de teatro del siglo de Oro de las letras castellanas, el tema del honor de las personas como un valor verdaderamente capital, pues como dice el catecismo de san Pío V o catecismo universal para párrocos que se publicó al terminar el concilio de Trento, la fama y el honor son equivalentes al valor de la vida.
La reputación y el honor son capitales no solo para la vida familiar, social, profesional o de comunicación, sino más importante aún, como parte del propio ser, pues indudablemente, todo hombre, toda familia y toda marca, tiene pues derecho a gozar de buena fama.
Lógicamente, la reputación es un regalo consecuente a nuestro esfuerzo por ser coherente entre nuestro modo de pensar y nuestro modo de vivir y de actuar, de ahí que mientras vamos alcanzando esa unidad de vida, vayamos trabajando, pues como se suele decir “no solo hay que ser buenos, sino también parecerlo”.
También es importante la relación que establece nuestro autor entre reputación y confianza, pues verdaderamente para regenerar la confianza en la sociedad del siglo XXI, la sociedad de la eficacia, es necesario gozar de reputación en materias de innovación, igualdad, relaciones humanas, factor humano, buen hacer profesional, cumplidores, etc.
Evidentemente, todas esas tareas no se improvisan, ni se disimulan, ni se pueden fabricar fachadas externas, pues parte de la confianza consiste en mostrar que es verdadero lo que se dice y que coincide con lo que se hace; que hay transparencia, que coherencia de verdad y vida: “la reputación es el camino más corto hacia la confianza. Entender qué es, cómo se gana, se pierde y se gobierna la primera es imprescindible si queremos alcanzar la segunda” (9).
Lógicamente, la sociedad global y de la comunicación es especialmente sensible a la honradez, a la manipulación, al lavado de cara y a la falsificación de datos, a las “medidas cosméticas”. Es preciso seriedad, trabajar mejor que el mejor; competitivo.
Juan Manuel Mora, El valor de la reputación, Eunsa, Pamplona 2020,