El 4 de diciembre de 1967 la prensa internacional se hizo eco del primer trasplante de corazón en el mundo. La intervención había tenido lugar en el hospital Groote Schurr de Cape Town, en Sudáfrica, a cargo del Dr. Christiaan Barnard. Este primer trasplante suscitó un gran interés mediático y catapultó a Barnard a la fama. Pero el logro era fruto de un largo camino.
El sueño de trasplantar es tan antiguo como la historia del hombre. No fue hasta principios del siglo xx cuando tales sueños comenzaron a tornarse en realidad científica. Sucedió de la mano de Alexis Carrell (Premio Nobel en 1912) y un grupo de científicos de la época que describieron y realizaron las primeras anastomosis vasculares, previas a los trasplantes de órganos sólidos. Los riñones, el hígado y los pulmones se podían extraer mientras se interrumpía temporalmente la circulación sanguínea. Sin embargo, parar el corazón para trasplantarlo suponía interrumpir toda circulación sanguínea con graves consecuencias para el cerebro.
Esa limitación se superó a principios de los años cincuenta, cuando varios grupos de cirujanos, encabezados por John Gibbon, construyeron una máquina capaz de suplir las funciones del corazón y los pulmones: la máquina de circulación extracorpórea o máquina corazón-pulmón. El mecanismo abrió el camino hacia el interior del corazón y hacia la posibilidad de sustituirlo. El ansiado avance no tardó en llegar y solo dieciséis años después de utilizarlo por primera vez se practicó el primer trasplante cardiaco. En honor a la verdad, unos años antes, el 23 de enero de 1964, James Hardy, un cirujano de Mississippi (Estados Unidos), culminó el primer trasplante —más exactamente, xenotrasplante— utilizando un corazón de chimpancé en un paciente al que no podía desconectar de la bomba extracorpórea por un daño irreversible en el corazón. Desafortunadamente, el paciente solo sobrevivió unas pocas horas.
Tras los primeros trasplantes, pocos pacientes sobrevivían al primer año, lo que ponía de manifiesto que el éxito no era solo cuestión de habilidad y técnica. Más aún, muchos clínicos y científicos de la época denostaron esta operación. Mientras tanto, unos pocos grupos continuaron la investigación para solucionar los problemas que surgían tras el trasplante. Entre ellos cabe destacar los equipos de Norman Shumway en Stanford (Estados Unidos) y de Christian Cabrol en París. Ellos ensamblaron las piezas del trasplante cardiaco actual, con la garantía de éxito que posee para muchísimos pacientes. Hoy la inmensa mayoría puede llevar una vida completamente normal gracias a unos pioneros que tuvieron el valor de fracasar hasta conseguir triunfar.
En España pasaron aún algunos años hasta que se realizó el primer trasplante con éxito. Fue el 8 de mayo 1984 en el Hospital San Pablo de Barcelona, a cargo de los doctores Caralps y Oriol. Uno meses más tarde, la víspera del día de San Fermín (6 de julio), la Clínica Universidad de Navarra llevó a cabo el segundo trasplante. Si bien era tarde respecto a otros países, España se igualó rápidamente al resto debido a tres aspectos: la motivación de los diferentes equipos médicos, la generosidad en la donación y, en tercer lugar, a la Organización Nacional de Trasplante (ONT), que supo coordinar todos estos esfuerzos en busca de unos programas netamente efectivos que han colocado a España en la mayor tasa de donantes del mundo. Hasta hoy se han realizado casi siete mil trasplantes de corazón con unos resultados comparables a los de cualquier país del mundo.
Y en el futuro, ¿qué podemos esperar? La enfermedad cardiovascular continúa siendo una de las mayores causa de muerte en Occidente. Por otra parte, el envejecimiento progresivo de la población y el éxito de nuevos tratamientos demuestra un desajuste entre los potenciales receptores y donantes. De ahí la búsqueda de nuevas vías de tratamiento, que pasarán por el recurso a dispositivos de asistencia mecánica o a corazones artificiales.
Gregorio Rábago