En el día de la mujer

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mujer-en-chinaDesde que, en 1789, Felicité de Kéralio, publicó su  “Cahier des doléances des femmes” (Cuaderno de reivindicaciones femeninas), ha llovido mucho.

Desde entonces, muchos han sido los derechos reconocidos a la mujer en este tiempo, en el  mundo occidental.

Se percibe el tiempo transcurrido, incluso, a través de los términos empleados y abandonados en cada momento.  Los idóneos para una circunstancia concreta, sustituidos por otros más adecuados en la siguiente, forman una lista que, nos resulta obsoleta. Así nos parecen ahora, por ejemplo, los adjetivos: sufragistas, emancipadas o liberadas muy utilizados en su momento

Sin embargo, a pesar de la satisfacción que producen estos logros, es mucho, mucho, lo que queda por hacer.

Nadie se puede sentir enteramente satisfecho hasta que se consiga que sean universalmente reconocidos.  Es decir, que su conocimiento, aceptación  y aplicación alcance a todas las mujeres, de todos los países de la tierra, – incluidos, como no puede ser menos, los del tercer mundo.  

 Sin dejar de ocuparse en ello, es necesario también trabajar con energía, para conseguir otros derechos, aún pendientes en estos momentos, en este primer mundo.

El primer lugar, el fundamental: el derecho a la vida… no sólo para las niñas en China, sino para  todas las mujeres, de todos los lugares de la tierra, incluida esta sociedad occidental, tan civilizada y egoísta de la que España forma parte.

 Un derecho por el que hay que luchar, con toda energía,  utilizando  todos los recursos posibles, si no queremos que desalmados sigan segando vidas de mujeres indefensas.

 ¿Cómo se hace?. La pregunta, de momento, no tiene respuesta. Hasta ahora todas las que se dieron, a gran escala, se mostraron  ineficaces. 

 Poner término a esta sangría, no parece, no es, tarea de hoy para mañana. Pero si  desde un campo tan importante como el de la medicina, se nos dice que para evitar enfermedades es prioritaria la prevención, sígase su  ejemplo.

 Sin perder la calma, porque el camino es largo, no deberían faltar en él una educación en valores o en virtudes humanas y una atención especial al fortalecimiento de la voluntad de niños y muchachos de ambos sexos, que ayudase: a dominar, si no ahogar, sus instintos y egoísmos a unos, y a que, – dejando de lado sus naturales tendencias de “redentoras de cautivos”, como decía una abuela experimentada -, sean realistas, no se obstinen en buscar la felicidad donde no está y no se dejen embaucar, a otras.

 En cuanto a la situación presente, antes de proponer nuevos “experimentos” que, seguro, se estarán estudiando, tal vez convendría: reflexionar más sobre las carencias, no materiales, sino humanas, sociales, afectivas o emocionales, de posibles verdugos de “víctimas-mujeres”, para obtener pistas acerca de posibles antídotos, y determinar los protocolos a seguir al aparecer síntomas de alarma, en los que figurasen, lo que los médicos llaman “puntos gatillo”, que denuncian sin error, la existencia de la enfermedad.- Difícil, ¿verdad?…Pero no imposible.

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