En la educación de nuestros hijos es necesaria la constancia, la firmeza y la autoridad

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padres que educan malHemos de tener muy, muy claro que para educar no basta con mostrar amor, ternura, cariño y paciencia. Hace falta, además de todo esto, constancia, firmeza y autoridad para marcar unas líneas de conducta claras y no negociables. Por favor, seamos sensatos: hay una serie de cosas que ni se discuten ni se negocian con los hijos. Por ejemplo, si comemos o no verdura; si echamos o no la siesta; si hacemos o no los deberes; si vemos o no la tele; si nos acostamos ahora o dentro de media hora…Las normas deben ponerlas los padres, con cierta flexibilidad y sentido común, evidentemente. Y lo que deben hacer los padres es motivar y convencer a los hijos para que asuman y admitan esas normas, ya que son buenas para ellos y no son un capricho de los padres.

Si los hijos ven que sus padres no ceden en esas normas esenciales, ellos mismos se darán cuenta de que no merece la pena enfrentarse ni discutir sobre ellas. Pero, al contrario, si perciben debilidad o inconsecuencia en nosotros, tratarán de imponer ellos las suyas, no lo duden. Eso mismo pasa en las aulas: en ellas no hay alternativa, o se hace lo que quiere el profesor o se hace lo que quieren los alumnos. Cuando sucede esto último, la clase se convierte en un infierno.

Muchos padres de hoy en día se hallan un tanto confusos y no saben qué rumbo tomar en la educación de sus hijos. Por una parte, rechazan la rigidez con la que les educaron sus padres a ellos; por otra, no saben ofrecer unas orientaciones claras ya que ellos tampoco las tienen en su propia vida. Esa deriva les hace ser inconstantes y volubles, ya que prefieren eso a ser tachados de autoritarios o antipáticos. Parece que hay padres que tienen miedo de ser exigentes con sus hijos, no sea que se traumaticen o bien sientan rechazo hacia ellos. De ahí que se conviertan en amiguetes o cómplices de sus hijos, renunciando de esa manera a su tarea esencial de padres y educadores.

Algunos de ellos piensan que no negando nada a sus hijos se los ganarán más fácilmente, lo cual es una equivocación. Los niños necesitan sentirse seguros bajo el amparo de unos padres que saben lo que quieren.
Otros padres caen en el defecto contrario, que es el de la sobreprotección. Bien sea por temor o por falta de confianza en sus hijos, les rodean de todo tipo de cuidados y atenciones, a fin de evitarles los problemas y los sufrimientos. Están todo el día pendientes de ellos, les hacen los deberes, les dejan quedarse en casa sin ir al colegio solo porque les duela un poco a cabeza, etc. Esto, evidentemente, tampoco es bueno para los hijos, ya que les hace ser mimados, caprichosos e inseguros. Son padres que ponen un límite protector en torno a la vida de sus hijos para que nada malo les afecte o les dañe, lo cual, evidentemente, no es educar, sino malcriar.

Otros padres, por desgracia, están tan ocupados en su trabajo que no tienen casi tiempo para sus hijos, de los cuales se ocupan las niñeras primero y luego los profesores. Tales padres, solo hacen con sus hijos planes placenteros y gratos, y, siempre que pueden, les hacen grandes regalos materiales con los que compensar y acallar sus remordimientos de conciencia. Todo ello, evidentemente, es pésimo para los hijos.

Hay otros padres que no son coherentes a la hora de exigir normas y límites a sus hijos, ya que no las viven ellos mismos. Por ejemplo, hay padres que gritan pero dicen a sus hijos que no lo hagan ellos; o padres que tienen una tele en su dormitorio pero luego regañan a sus hijos por ver demasiado la tele…

Pablo Garrido

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