Dentro de la actual y profunda crisis en Oriente Medio, muchos ojos se vuelven hacia los kurdos, para hacer frente al avance del yidahismo. Hasta fechas relativamente recientes, ese pueblo planteaba más bien serios problemas en Turquía, Siria e Iraq.
Pero, dentro de la división de este último país, los kurdos fueron ganando en independencia, hasta el punto de que el presidente del Kurdistán iraquí, Masud Barzani, aseguraba hace apenas un mes que tenía planes de celebrar pronto un referéndum sobre la independencia de esa región autónoma. Declaró a la BBC que Iraq es un país «ya dividido» y la independencia es un derecho de los kurdos. Esa afirmación era compatible con la responsabilidad que sentía de lograr una solución política a la crisis provocada por el avance de los yihadistas.
En la práctica, y a pesar de los antecedentes, el mundo occidental cuenta hoy con los kurdos para contener el avance de los extremistas del llamado Estado islámico (EI), que controlan cada vez más zonas del norte de Iraq, y se acercan a la propia capital kurda, tan importante desde el punto de vista energético. A la vez, continúan peleando en Siria contra los rebeldes, como etapa previa a la victoria contra el presidente Bachar el Assad. En su avance, no dejan de sembrar el terror, con nuevas y terribles masacres de la población civil.
Cuando escribo estas líneas, fuerzas kurdas, con el apoyo aéreo de Estados Unidos, tratan de recuperar de manos de los yihadistas la presa más grande de Iraq, de gran importancia estratégica: remansa las aguas caudalosas del Tigris, a unos 50 Km. al norte de Mosul; nutre de agua y electricidad a la mayor parte de la región y resulta esencial para el riego de grandes extensiones de cultivo en la provincia de Nínive. No se excluye que el EI la utilice como arma, inundando el área circundante, como hizo ya en Faluya, al oeste de Bagdad.
En ese contexto, y dentro de la tradicional presencia gala en varios países de Oriente Medio, Francia será el primer país europeo en suministrar armas a los combatientes kurdos en Irak para apoyar su lucha contra los yihadistas. Lo anunció el presidente François Hollande el pasado día 13. Viene a ser un nuevo refrendo del papel central de los kurdos para la estabilidad de la región.
En cierta medida, estas acciones de apoyo bélico reflejan la experiencia del fracaso derivado de la insuficiente intervención en Libia después de la caída de Gadafi, y de la relativa neutralidad en el conflicto sirio. Sin pretenderlo en modo alguno, esa inacción ha facilitado el creciente protagonismo de un movimiento terrorista, con una insaciable sed de sangre y de hegemonía. Al contrario, la actual ayuda militar se considera fundamental para alcanzar la paz en la región. Ha cambiado, incluso, la actitud del Vaticano, ante las dimensiones de una persecución a las minorías que son auténticos crímenes contra la humanidad.
En la práctica, se ha impuesto la realidad de que Occidente necesita a los kurdos para luchar contra los yihadistas del EI. Aunque inicialmente rechazaba su independencia, acabará reconociéndose la autodeterminación. Y nacerá muy probablemente un nuevo Estado, en un territorio rico en petróleo, capaz de amortiguar las fuertes tensiones entre sunitas y chiítas. Salvo que el cambio de primer ministro en Bagdad devuelva la gobernabilidad a Iraq.
No se puede olvidar que el presidente de la región autónoma kurda de Irak, Massud Barzani, promotor del referéndum de autodeterminación, nació en 1946 durante la efímera República independiente kurda de Mahabad: duró sólo unos meses. El actual Kurdistán iraquí ha crecido en autonomía desde la invasión estadounidense de 2003, goza de prosperidad económica y de estabilidad política. El tiempo parece jugar a su favor, especialmente si se mantiene el apoyo turco. De momento, se ha convertido en la gran muralla contra el califato de Abu Bakr Al Baghdadi.
Salvador Bernal