Enseñar a nuestros hijos a esperar (Parte II)

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jovenes-limpiosPaciencia y constanciala impaciencia y la inconstancia suelen ser síntomas claros de impulsividad y falta de autodominio. Si faltan estas virtudes, es difícil perseverar en algo. 
Estas virtudes son esenciales, por ejemplo, para todo buen estudiante. Sacar un curso implica y exige unas buenas dosis de ellas, ya que con frecuencia, el alumno se tropieza con dificultades de todo tipo (no entender alguna explicación, suspender algún examen, no tener ganas de hacer las tareas mandadas por el profesor, etc.).
También esa falta de constancia se concreta, por ejemplo, en los niños que empiezan algo pero luego no lo terminan. Esto suele ser habitual en el caso de las actividades escolares.

Muchos niños justifican su actitud de flojera e inconstancia con la típica frase de “Me aburro”,  o de “Es que es un rollazo”. Si escuchan estas frases de labios de alguno de sus hijos, pónganse manos a la obra, pues delatan un déficit en la formación de su voluntad que hay que subsanar.
Si queremos que sean constantes y acaben lo que han empezado, si queremos que aprendan a poner las piedras más difíciles, que son las últimas, es necesario que superen las naturales dificultades que conlleva cualquier actividad humana.
Esta virtud se la podemos inculcar desde que son muy pequeños mediante el juego (por ejemplo, si empiezan un puzzle, que lo acaben, si sacan un juguete, que jueguen con él o bien que lo guarden antes de haber sacado otro, etc.). Luego, también esta virtud la tendrán que aplicar a su  estudio diario, por ejemplo, no levantándose de la silla hasta haber acabado de hacer la tarea prevista.

Enseñarles a esperar: Es muy formativo hacer esperar un poco a nuestros hijos, aunque se pueda realizar ya lo que piden. De esa manera, aprenden a contenerse un poco y a controlar sus impulsos. Sin rigideces y con sentido de la medida, es educativo explicarles con hechos concretos  que las cosas no siempre están cuando uno las desea.

En efecto, a menudo hay que hacerles esperar:
• Unos segundos: por ejemplo, no interrumpiendo la conversación de los demás para hablar ellos; o no interrumpiendo la conversación de sus padres con otra persona para decirnos algo; o no dejando de hacer al momento algo que estábamos haciendo para atender sus peticiones.

• Unos minutos: Por ejemplo, a la hora de comer, cuando les entra la tentación de tomar algo de lo que hay en la mesa sin esperar a que sea la hora; o cuando les dan unas chuches en el colegio y les pedimos que esperen a llegar a casa para compartirlas con sus hermanos; o cuando vamos en coche y dicen que tienen que  hacer pis; o cuando hay que esperar una larga cola en el médico; o cuando el camarero se demora un poco y tarda en servirnos.

• Unas horas: Por ejemplo, hasta que lleguen los amigos o los tíos, o hasta que llegue el momento de ver tal película en familia o de jugar con el ordenador, o de ir al parque a jugar, o de coger la bicicleta,  o de que empiece el esperado partido que tenemos que jugar.

• Unos días: Hay muchas cosas que es bueno que estén reservadas para el fin de semana, como son la televisión, los videojuegos, determinadas comidas un tanto “especiales” (la pizza, los refrescos…). También hay que hacerles ver que algunas cosas, como determinadas compras, no pueden hacerse hasta pasados unos días, o que es bueno que esperen un par de  días a que sea su cumpleaños para recibir sus regalos.

• Unas semanas: A veces hay imprevistos que hacen que se tenga que aplazar un plan o un viaje que teníamos planeado. Otras veces, tal vez sea la compra  de determinada cosa (por ejemplo, un regalo de Reyes o de cumpleaños) la que tenga que esperar.

• Unos meses: Hay gastos extraordinarios (un ordenador, una bicicleta, un viaje, etc.) que a lo mejor no podemos hacer hasta que recibamos la paga de verano,  de modo que hay que esperar, aunque les hayamos prometido que vamos a hacerlo.

• Unos años: Cada edad tiene su ámbito de libertades y de autonomía, de modo que, por ejemplo, un niño de diez años no puede pretender salir él solo con sus amigos al cine o de excursión; de igual manera, tampoco un niño de seis años tiene por qué elegir él solo la ropa que se quiere comprar o poner, ni una niña de once años tiene por qué ponerse tacones o pintarse, etc.

En última instancia, ese saber esperar un tiempo habrán de aplicarlo a uno de los temas más cruciales en la vida de un hombre o una mujer, que es el matrimonio.

Ya sabemos que no está de moda vivir bien un noviazgo y llegar como Dios manda al matrimonio, y que ello es incluso visto como algo vergonzoso y ridículo hoy en día, pero es éste precisamente uno de los síntomas más reveladores que delatan la falta de ideales  y principios de un amplio sector de la cultura actual. En esta vida merece la pena esperar, pero eso solo será posible si se tiene bien formada la voluntad, desde que somos pequeños.

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