La actividad política en nuestro país parece estos días inexistente. Se encuentra secuestrada por un fortísimo deseo de anular moralmente al oponente, que en modo alguno es inédito en las luchas partidistas del parlamento español, pero que a lo largo de esta semana ha adquirido una virulencia inusual.
Podríamos preguntarnos si detrás de estos intentos de aplastar al enemigo politico, afeandole su conducta académica, se esconde un deseo autentico de moralizar la vida pública, o más bien una estrategia para eliminar del combate político al lider del partido contrario.
La necesidad de una regeneración ética en los comportamientos de los políticos de nuestro país está totalmente fuera de dudas, pero en el comportamiento de nuestros políticos se aprecia un desconocimiento total de las palabras del Evangelio clarísimas en este sentido «El que esté libre de pecado que tire la primera piedra», ya que en los últimos tiempos hemos observado una continua lapidación del oponente político supuestamente corrupto, por parte de aquellos que día tras día aparecen éticamente poco limpios.
Una real regeneración moral de la vida política no pasa por la sustitución de unos partidos por otros en el control de los resortes del poder. Ni siquiera por aupar a partidos inéditos en las tareas de gobierno.
El ciudadano debe hacer el esfuerzo intelectual de bucear en los valores que cada formación política defiende en estos momentos y decantarse por los que realmente defienden valores morales y derechos humanos esenciales, como son la defensa de la vida desde su comienzo y hasta su conclusión natural, la unidad de la nación española, las libertades fundamentales de los ciudadanos y sobre todo la veracidad en las palabras y los comportamientos de cada uno de los líderes políticos.
Esos valores poseen en sí mismos la fuerza necesaria para transformar y regenerar, de raíz, las estructuras políticas de cualquier nación.