Los medios de comunicación recuerdan a la opinión pública, de forma periódica, que la Tierra es insignificante en la inmensidad del universo, y que la probabilidad de que exista vida en otros planetas es alta. En este sentido, algunos científicos piensan que en nuestra galaxia se dan las condiciones necesarias para que haya al menos mil planetas con vida.
Esas condiciones son:
Una estrella similar al sol, que proporcione energía y sea centro de un sistema planetario con órbitas regulares.
Planetas con masa suficiente para que su gravedad retenga el agua y la atmósfera.
Un disolvente universal como el agua.
Giro de rotación para diferenciar la noche y el día.
A esto añaden que en el espacio se encuentran las moléculas necesarias para desarrollar la vida, y que en los meteoritos se han detectado aminoácidos con la misma estructura que las proteínas de la Tierra. Todo este planteamiento es muy interesante, pero olvida algo tan fundamental como que la existencia de seres vivos ‑inteligentes o no‑, no es un problema de condiciones sino de causas. Y estos conceptos no son equivalentes: las condiciones no causan, simplemente posibilitan la acción de las causas. Las causas intervienen directa y activamente en la producción de los efectos. Las condiciones intervienen de forma indirecta y pasiva.
Cuando abro la ventana oigo las voces y los ruidos de la calle, pero la ventana no es la causa de esos sonidos sino la condición de que se oigan o no se oigan dentro de mi habitación. De igual manera, las condiciones para que exista vida no son las causas de la vida. Si esperamos que un montón de ladrillos formen por sí solos un rascacielos, nuestra espera será eterna, la probabilidad de que lo hagan es irrisoria. Si esperamos que un conjunto de elementos químicos puedan formar por sí solos una sola célula viva, estamos esperando algo todavía más increíble que la autoconstrucción del rascacielos.
Ello es así porque la producción de cualquier cosa requiere una idea previa. Esa idea es tan necesaria como los materiales que se van a emplear. Cuando se ignora ese carácter extrínseco y necesario de la causa inteligente, cualquier explicación de la realidad queda reducida a las causas materiales y a las condiciones: es decir, queda falseada.
Por eso imaginar que se va a producir vida en otro planeta mediante la simple mezcla de sustancias químicas es ingenuo y equivocado. Debemos insistir que en esa pretensión se están confundiendo las condiciones con las causas, sin entender que el problema del origen de la vida esta indisolublemente unido al problema del origen y la finalidad de la inteligente información codificada en el ADN.
Fuente: José Ramón Ayllón