Hace algún tiempo, a más de un español se le abrieron los ojos de forma desmesurada o puso cara de sorpresa y de incredulidad, al oír al ministro, Sr. Gabilondo, hablar del esfuerzo en el estudio, no como algo beneficioso, sino necesario.
Es que esos mismos españoles, generalmente adultos, y por tanto con experiencia, venían oyendo hablar con insistencia de una pedagogía, basada en la facilidad y el juego, como fundamentales para estudiar y aprender.
Seguro que no pasó por sus cabezas la idea de que lo hiciera con afán de molestar o fastidiar: la misma experiencia les decía que aunque no fuera “moderno” esforzarse, era necesario hacerlo, no sólo para estudiar, sino para vivir con responsabilidad y, si era, posible con éxito la propia vida. Tan es así, que, o se pone esfuerzo o se sufren las consecuencias de no ponerlo.
A los incrédulos, les puede servir para comprenderlo, fijar la atención en la trayectoria de los deportistas aunque no sean de élite. Desde el momento en que “apuntan maneras” para cualquiera de ellos, empieza el entrenamiento, un esfuerzo que ya no cesará: si no consigue marcas para entrar en competición, para lograrlas; si entra en ella, para rebajarlas y si consigue escalar la cumbre de la clasificación, para aguantar el mayor tiempo posible en ese puesto. Pues igual en el resto de las actividades.
El que no se puedan marcar objetivos, tan claros como los deportivos, dentro de las actividades a las que nos dediquemos, no quiere decir que no haya que hacer esfuerzo para conseguir los propuestos. Pero no estaremos en condiciones de realizarlo, si previamente no hemos aprendido.
Un aprendizaje que debe comenzar en la infancia y seguir en la adolescencia y juventud. Su banco de trabajo es el estudio, que deberá realizar a fondo, con esfuerzo, para conseguir una preparación profesional que merezca ese nombre. Como a los deportistas les conseguirá una mejora personal, lograda a través de algo que, ahora, ni siquiera se nombra: vencimiento personal, sacrificio, soledad y algún pequeño fracaso, sin que falten éxitos y satisfacciones que acrecentarán su ilusión.
Ilusión. Es otra faceta espléndida del esfuerzo. La necesitamos. Quizás pocas veces más que ahora. Da fortaleza, alegría y grandeza de ánimo para, atacar y recorrer el camino, hasta alcanzar la meta propuesta.
Su manifestación, es un trabajo eficaz que genera, además de otras cosas, recursos y facilita la vida… propia y ajena, porque a lo largo del tiempo se aprende a valorar el esfuerzo compartido.
Bienvenida sea la afirmación del Ministro sobre la necesidad de poner esfuerzo. Para que no quede en simple deseo, tendrá que romper inercias y propiciar reformas, que requerirán el suyo.
Todo un reto, del que todos los españoles nos beneficiaríamos si lo consigue.
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